Tres historias
Lo dice el presidente Aznar: "La marca España vende bien". Una curiosa manera de expresar la concepción nacionalista. Pero, al margen de cómo aplica cada cual su concepción del mundo en el que vive, todos tendemos en este país a considerar que vivimos en uno de los mejores mundos posibles. España, y las nacionalidades que conviven en su interior, van bien. Veamos.1. El Ejido. Cientos de personas se echan a la calle para vengar en la carne de un colectivo el asesinato cometido por un individuo. Hay miles de trabajadores magrebíes en la zona, que están pagados a una media del 50% en relación con los españoles. Viven en guetos y no reciben apenas atenciones sanitarias ni escolares. Es una población de aluvión que no tiene preparación laboral y cuyo referente común es la miseria. Muchos de sus componentes han pasado por la etapa intermedia de las ciudades rodeadas de cinturones de marginación. De estos, algunos, carecen de referentes éticos y, desde luego, están al margen del respeto hacia cualquier tipo de autoridad o formas de convivencia. La mayoría son gentes pacíficas y trabajadora que desean emprender una vida más segura y elevar su nivel de educación y de vida. Han venido a tentar el paraíso.
Los habitantes de El Ejido, los autóctonos, han reaccionado de forma mayoritaria identificando al asesino (y al asesino de la semana anterior) con el colectivo de magrebíes. Si la puñalada la hubiera proporcionado un sueco rubio de 1,90 metros, no habrían puesto en marcha ningún motín de caza al rubio. Los moros son inferiores y de fácil identificación. Y la venganza contra el enemigo ancestral, una forma dulce de dar rienda suelta a lo peor de cualquier colectivo.
Los habitantes de El Ejido necesitan moros dóciles, que no tengan reivindicaciones salariales ni exijan que les sirvan en los bares. No es admisible que los moros quieran ser iguales. Les necesitan para que el precio de sus verduras no se dispare y pueda seguir compitiendo con el de las verduras de Marruecos.
Las instituciones españolas han sido incapaces de crear un sistema de acogida que sea alternativo a esta reivindicación del moro callado y barato.
Pero sabemos que nada de esto es generalizable al resto de España. Debemos estar tranquilos aunque se prevea que van a venir millones de emigrantes en los próximos años. Porque esto no es Austria.
2. Haider ¿Qué tiene que ver Haider con nosotros? Contra el líder ultraderechista austriaco se emplean sus propias declaraciones. El fondo ideológico de Haider es muy sencillo: una nación no tiene sentido si no se construye sobre presupuestos étnicos.
Los textos de Sabino Arana, padre del nacionalismo vasco, coinciden con las declaraciones de Haider, aunque las superan con mucho. Arana se permite incluso el lujo de describir a los españoles, a los maquetos, como gente afeminada, violenta, de corta estatura y propensa al crimen con navaja. Los actuales líderes del PNV no toman todos ellos al pie de la letra las observaciones de su padre ideológico. Quizás Arzalluz, el presidente del partido, elegido por unanimidad, que se deleita de cuando en cuando explicando las diferencias entre los vascos y los españoles referidas al tamaño del cráneo (Barandiarán lo estudió), el grupo sanguíneo y sus costumbres ancestrales. El lema del PNV es muy explícito: "Dios y leyes viejas". Arzalluz, de cuando en cuando, cae en la tentación de explicar el nacionalismo, la nación vasca, en función de las diferencias étnicas. El partido de Xabier Arzalluz gobierna en Euskadi, y nadie ha puesto el grito en el cielo. O sea, que tampoco por ese lado nos debemos preocupar, porque nadie se ha alarmado en Europa.
¿Por qué nos alarmamos con Haider?
3. Barcelona. Este asunto, desde luego, no tiene nada que ver con los otros. Hace unos meses, un grupo de reventadores impidió que en la Universidad se dieran unas charlas por Jon Juaristi y Aleix Vidal-Quadras. Iban a hablar de nacionalismo. Desde luego, dado su historial, hasta el más lerdo sabía que no estaban a favor. Los reventadores consiguieron su objetivo, y se produjo una polémica. Hasta intervinieron algunos senadores que justificaron la actitud de los reventadores, y muchos demócratas expresaron su protesta porque no se hubiera dejado hablar a los que disentían del nacionalismo.
Hace unos días, gracias a la presión de muchas personas de convicciones democráticas, la conferencia se pudo llevar a cabo. Sólo que el lugar elegido fue un hotel. No se celebró en la Universidad, y no ha pasado nada. En ninguna dependencia de ninguna Universidad catalana se pudo celebrar esa conferencia. Y no estamos alarmados. No sucede nada. Para eso están los hoteles cuando falla la Universidad. En eso se nota que vivimos en un país libre.
Sólo que hay varias universidades en Cataluña que no han sido capaces de organizar esa conferencia.
Pero aquí no pasa nada. Hay otros problemas. Eso era crear disfunciones en la polémica diaria, en los asuntos que preocupan a los ciudadanos. Como sucedió el día en que en Cataluña no se produjeron manifestaciones contra ETA por su última hazaña.
No pasa nada. La marca España vende bien en cualquier parte. La marca de cualquier parte de España.
Jorge M. Reverte es escritor y periodista.
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