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Manuel Guitián JOAQUÍN ESTEFANÍA

Joaquín Estefanía

Esta semana murió el español que más tiempo ha trabajado en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en puestos más ejecutivos: el economista gallego Manuel Guitián, de 61 años, que fue hasta su jubilación, en 1998, director del Departamento de Asuntos Monetarios y Cambiarios del FMI, el corazón analítico de la institución.Hay dos etapas en la vida profesional, e incluso en la personal, de Guitián: la de su trabajo en el Fondo, precedida de sus estudios en la Universidad de Chicago, donde fue amigo y discípulo del último premio Nobel de Economía, Robert Mundell, y la última, a partir de 1998, de vuelta a España, en la que pensaba enseñar a sus nuevos alumnos y a sus lectores la experiencia que había atesorado durante 28 años en el FMI. Es ésta, menos conocida, la que me interesa resaltar. Guitián se encontraba libre, feliz, hasta que le estalló en toda su crudeza la enfermedad que acabó con él. Su gran ilusión, al lado de su mujer, Mariquiña, era habitar el piso antiguo que había comprado en el centro de Madrid y diseminar sus experiencias sobre las crisis financieras.

En junio de 1997 aparece de forma imprevisible la última crisis financiera global: la que, arrancando de Tailandia y de los países del sureste asiático, se esparce con una gran capacidad de contagio por tres cuartas partes del planeta: el resto de Asia, Rusia y América Latina (a través de Brasil). La actuación del FMI en esa crisis es criticada por primera vez no sólo desde la izquierda (lo que sucedía habitualmente), sino también desde la derecha más conservadora. El equipo de Camdessus, director gerente del Fondo precisamente hasta este mes de febrero (ha dimitido "por razones personales"), fue acosado por los economistas neoliberales, algunos de los cuales -los más extremistas- pidieron la disolución de la institución. Por primera vez también se dio una desavenencia pública entre el FMI y la institución hermana, el Banco Mundial, sobre las políticas económicas que habrían de aplicarse para salir de la recesión (es curioso que ahora, cuando esta crisis financiera ha cedido, hayan dejado sus puestos los dos personajes más representativos de la misma: Camdessus y el economista jefe del BM, Joseph Stiglitz).

La campaña de críticas coincidió con la jubilación de Guitián y su presencia en España. Con una coherencia difícil de mantener en esa coyuntura, el antiguo funcionario del FMI hizo cuantas intervenciones públicas consideró necesario para defender la ortodoxia del FMI como el método más eficaz para conducir al planeta a la senda de crecimiento en la que ahora se encuentra. Conferencias, artículos, clases universitarias, entrevistas... Guitián mantenía (y sin dogmatismos) que el rigor de las recetas aplicadas y recomendadas no supondría el rigor mortis de los países afectados como afirmaban sus críticos. No estoy incidiendo en el contenido de esas políticas, sino la coherencia y el tesón por defenderlas.

Manuel Guitián colaboró en EL PAÍS en esta segunda etapa. Sobre la crisis financiera en cuestión escribió cuatro artículos que componen su corpus doctrinal: Tiempo y dinero (8 de julio de 1998), Lo que no se escribe sobre el FMI (22 de diciembre de 1998), Las peras, el olmo y las crisis monetarias (19 de febrero de 1999) y Lo que sigue sin escribirse del FMI (2 de junio de 1999, a dos años justos de la devaluación tailandesa). En ellos está recogida la esencia de lo que él pensaba: que a pesar de las críticas no hay alternativa al régimen monetario internacional y a la institución que lo representa; y que el FMI no cuenta ni con la autoridad ni con los recursos que le permitirían actuar con la determinación y la efectividad requeridas para corregir las crisis. Sólo un Fondo con legitimidad y dinero suficiente puede proteger la estabilidad económica mundial ante las crisis imprevisibles. Ésta es la herencia que ha dejado Guitián, al que no olvidarán ni sus amigos ni sus alumnos.

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