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Israel bombardea por segunda noche consecutiva el sur de Líbano

Aviones y helicópteros de combate israelíes volvieron anoche a Líbano para bombardear las ciudades de Saida y Tiro, 24 horas después del primer gran ataque contra Beirut, Trípoli y Balbeek, donde la red eléctrica quedó prácticamente destruida. El Gobierno de Ehud Barak, que declaró el estado de emergencia en el norte de Israel, ordenó estos nuevos ataques como respuesta a las últimas operaciones de la guerrilla islamista de Hezbolá, que ayer por la mañana causaron la muerte de un soldado israelí y un miliciano del Ejército del Sur de Líbano.

Una escuadrilla de helicópteros de combate Apache, protegidos por aviones cazabombarderos y volando a baja altura, despertaron ayer por la noche a los vecinos de las ciudades sureñas de Saida y Tiro, después de vivir una agitada jornada en la que prodigaron las amenazas cruzadas entre Israel y Líbano. La operación de los helicópteros de combate fue especialmente sangrienta en el puerto septentrional de Tiro, donde los disparos alcanzaron el interior de una vivienda, situada en el undécimo piso de un edificio, e hirieron de gravedad a cinco miembros de una misma familia.

Los cazabombardeos, antes de volver a sus bases en Israel, arrojaron al menos una docena de misiles sobre objetivos no precisados en las montañas, muy cerca de la frontera de la zona ocupada -850 kilómetros cuadrados-, en la que la guerrilla islamista de Hezbolá suele preparar los ataques contra el Ejército israelí.

Esta última operación aérea fue una respuesta contundente a la muerte de dos militares más, uno del Ejército israelí y otro de la milicia libanesa proisraelí del Ejército del Sur de Líbano, que al mediodía murieron en un ataque de Hezbolá con minas anticarro.

El ataque de Israel se produjo ignorando las amenazas de Hezbolá, que anunció horas antes que respondería en el "momento oportuno" a los ataques aéreos perpetrados en la noche del lunes por Israel y en los que destruyó prácticamente la red de suministro eléctrico, dejando Líbano en la semi penumbra, lo que obligó a sacar los equipos generadores de energía que durante la pasada guerra civil aseguraron el suministro.

Las amenazas de los fundamentalistas fueron a su vez contestadas por el Gobierno de Israel, que ha asegurado que se están preparando otras acciones "más importantes y severas" si Hezbolá cumple sus advertencias y lanza ataques contra la población civil, unas 300.000 personas, que vive en la frontera norte del país, donde el Gobierno de Tel Aviv ha establecido el estado de emergencia, renovable cada 48 horas, que permite controlar cada movimiento de los habitantes, al tiempo que les obliga a vivir en refugios antiaéreos.

En medio de este enfrentamieto, Israel se plantea la posibilidad de romper de manera unilateral las "reglas del juego" y el acuerdo firmado en abril de 1996 -tras la operación Uvas de la Ira, que se saldó con 175 muertos- por los gobiernos de Tel Aviv y Beirut, por el que las dos partes se comprometían a no atacar blancos civiles e intentar por todos los medios ahorrar vidas humanas, sometiendo este acuerdo a un Comité Internacional de Vigilancia del Alto el Fuego, en el que los árbitros son Estados Unidos y Francia.

Los sectores duros del Ejército y la derecha nacionalista del Likud, ahora en la oposición, habían exigido la ruptura de este acuerdo, por cuanto significaba en su opinión la imposibilidad de atacar determinados destacamentos de Hezbolá, que se encuentra desde hace años acuartelada a la sombra de la población civil, en especial en colegios o mezquitas.

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