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El Papa inaugura las nuevas instalaciones de los Museos Vaticanos

Se amplía la capacidad a 2.000 personas

El papa Juan Pablo II inauguró ayer con una ceremonia solemne el nuevo acceso de los Museos Vaticanos, precisando que el valor de esta obra, que ha costado cerca de 4.000 millones de pesetas, no es sólo funcional, "sino también simbólico", ya que viene a expresar "la voluntad renovada de la Iglesia de dialogar con la humanidad en el terreno del arte y de la cultura, poniéndole a su disposición todo el patrimonio que le ha confiado la historia".

Los Museos Vaticanos, dijo Wojtyla, que apareció en público con buen aspecto, son "la puerta cultural de la Santa Sede abierta al mundo". Media docena de cardenales, otros tantos obispos; el alcalde de Roma, Francesco Rutelli, y demás autoridades locales y gubernamentales asistieron al acto, que tendrá una repercusión práctica este mismo mes, cuando se abra a los turistas, finalmente, el nuevo acceso, situado a unos pocos metros del antiguo, que pasará ahora a convertirse en salida obligada.Las nuevas instalaciones, inspiradas de alguna manera en la pirámide del Museo del Louvre, en París, abarcan un área de 10.000 metros cuadrados, distribuida en cuatro pisos. Para llevarla a cabo ha sido necesario excavar el interior de la colina, removiendo unos 40.000 metros cúbicos de tierra, aunque exteriormente no se aprecia ningún cambio. Se trata de una monumental obra que representa tres años largos de trabajos y más de 3.800 millones de pesetas, firmada conjuntamente por el equipo de arquitectos del Estado de la Ciudad del Vaticano. Una obra necesaria a la vista de las larguísimas colas de turistas que se forman habitualmente en la Vía Vaticana, en espera de poder acceder a los museos. Todos los visitantes podrán guardar turno ahora en el nuevo atrio con capacidad para 2.000 personas donde estarán instalados, además, los servicios de información, guardarropa, etcétera.

Un gran patrimonio

Lo que comenzó siendo una colección privada de obras de arte, iniciada por el papa Julio II, que se exhibía en el patio de las Estatuas del Vaticano, es hoy un inmenso patrimonio alojado en varios edificios del territorio de la Santa Sede que atrae a tres millones de turistas al año, una cifra con tendencia al alza. Y el letrero en latín que acogía en 1523 a los escasos y privilegiados visitantes: "Procul este profani", es decir, "manténganse alejados los profanos", está hoy en las antípodas de los deseos de la Santa Sede con respecto a los Museos Vaticanos. Se trata de recibir a cuantos más visitantes mejor. Para ello, además de ampliar los horarios de visita, se ha procedido a esta remodelación de los accesos en línea con las efectuadas por otros museos del mundo, caso del Louvre, o la que prepara la florentina Galería de los Oficios.

Las nuevas instalaciones, horadadas en la colina vaticana, cubren un total de 10.000 metros cuadrados distribuidos en cuatro niveles. Los dos primeros están destinados a acoger a los turistas: controles de seguridad, guardarropa, taquillas, servicios de información, librería, etcétera. Más arriba, una gran rampa en forma de elipse dirige al visitante hacia la zona expositiva, a través del viejo Patio de las Corazas, recubierto hoy con una impresionante estructura de vidrio y metal.

A lo grande

Todo parece construido a lo grande, sin escatimar espacios ni materiales aunque el resultado, caso de las escaleras de mármol por las que se accede a la entrada propiamente dicha, recuerda vagamente a un asilo de lujo. La misma impresión producen el impecable autoservicio y las áreas dedicadas a los restaurantes. La cristalera del patio superior permite, eso sí, contemplar la espléndida vista de los tejados de Roma, en el lado de la terraza.

Juan Pablo II se suma a la tradición de los Pontífices con dos obras de arte especialmente pensadas para estas nuevas instalaciones del museo, un espléndido portón de bronce realizado por el artista Cecco Bonanotte y una escultura de dudoso gusto, titulada Atravesar el umbral, debida al cincel de Giuliano Vangi, que incluye la figura de Karol Wojtyla en ese umbral del tercer milenio.

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