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Lars Worm Hansen, un jubilado danés de la comuna de Esberg, Jylland, decidió "cortar" el rigor del invierno nórdico con una escapada a la Costa del Sol y adquirió un viaje de una semana que estaba en oferta, pero en él no estaban especificadas las condiciones del alojamiento. Debió compartir su cuarto del hotel con otro nórdico, finlandés. Hasta ahí todo estaba dentro de lo previsto. Lo que no estaba en sus cálculos fueron unos jadeos, mezcla de gozo y dolor, que lo despertaron en la alta noche y que pensó provenían de alguno de esos filmes pornos que suelen difundir por televisión en los lugares de turismo. Para su sorpresa, provenían de la cama del finlandés, que había introducido a un amigo ocasional en el cuarto. Según cuenta Lars, intentó reprocharles su actitud, que le pareció desconsiderada, pero tan entregados estaban en "su asunto" que, si le oyeron, hicieron caso omiso. "No sé cómo se entendían", comentó el jubilado, "porque no hablaban el mismo idioma". Presentó sus quejas a la mañana siguiente a la oficina de la agencia de viajes, pero la funcionaria desestimó su petición de cambio de habitación y no pareció dispuesta a llamar al orden al finlandés. En cambio, Mai Britt Jensen, de la empresa danesa Tjäreborg, en Copenhague, le pidió disculpas por lo ocurrido y le reintegró las 695 coronas que había pagado por sus vacaciones.-

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