Damas airadas
En el intervalo de una semana, dos señoras, doña María Consuelo Polo Delgado, de Madrid, y doña Ángeles Bermúdez Méndez, de Segovia, contestan de manera un tanto airada a una carta mía en la que elogiaba un artículo de Carmelo Encinas.Es casi seguro que ellas no han leído el artículo, ya que el periodista desaprobaba "eso que hacen con las crías de focas, apaleándolas hasta la muerte para no estropear su preciada piel, es una bestialidad impropia de seres civilizados, y lo mismo ocurre con la caza de especies protegidas o en vías de extinción". Y luego reflexiona desapasionadamente: "...desde un punto de vista deontológico, entre criar cabras o pollos y criar visones (en granja) no hay mayor diferencia".
Con estos dos párrafos y el resto del artículo de Carmelo Encinas, que no creo conveniente seguir reproduciendo, estoy de completo acuerdo; no así con algunas cartas y actuaciones de personas que se autodeterminan "protectores" y van por ahí disparatando y dando palos de ciego.
Citaré a Machado: "¿Tu verdad? No, la Verdad / y ven conmigo a buscarla".
Yo, señores, no vivo del negocio de las pieles, sino de mi pensión de jubilación, aunque casi toda mi vida laboral trabajé en una empresa cuyo nombre prefiero omitir; ya ni existe. Éramos más de 300 empleados y "entre todos la mataron y ella sola se murió".
Luego resucitó, pero eso es otra historia. Por mis manos han pasado millones de pieles: el 99% de origen lanar y caprino; el 1% del resto de las especies.
Sin ninguna expresión plañidera, sino con datos estadísticos de hace 10-12 años, el 90% de los abrigos de peletería eran de cordero; y otro dato para Ángeles Bermúdez Méndez: éramos un colectivo de 60.000 personas viviendo de las pieles. Y si quiere saber más, doña Consuelo le puede decir cómo se respeta a las personas, pues ella sabe y usted no.-
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