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El triunfo de un equipo de patio de colegio: Estudiantes, campeón de España y poseedor de una filosofía especial, visita el Ayuntamiento y la Comunidad

Antonio Jiménez Barca

Alejandro Rodríguez Varona, el presidente del equipo de baloncesto nacido en el instituto Ramiro de Maeztu, lo aclaró ayer en su discurso: "Hay quien define al Estudiantes como un equipo de patio de colegio; y no me importa porque es cierto". No le importaba ni al presidente ni a ninguno de sus jugadores, que ayer, altísimos, sonrientes, enfundados en trajes de sastre que parecía que les iban cortos, recibieron el homenaje de las más altas instituciones madrileñas: la Comunidad y el Ayuntamiento. La razón: este "equipo de colegio", con un presupuesto diminuto si se compara con el del Real Madrid o el Barcelona, con menos extranjeros y más cantera que ningún otro, ganó el lunes la Copa del Rey al Pamesa valenciano por 10 puntos.¿Por qué un equipo de cancha de colegio? Porque la mayoría de sus jugadores aprendieron a tirar pelotazos a una canasta en alguna de las canchas del instituto Ramiro de Maeztu, vivero y símbolo de este equipo unido como una piña y casado con una afición, La Demencia, que jamás desfallece y está en todas partes.

Un ejemplo: el consejero de Economía, Luis Blázquez, que confesó ayer que, a sus años, sigue siendo "un viejo demente". Los jugadores que se incorporaron de otros clubes también han aprendido a jugar más como un grupo de amigos que como un equipo de figuras.

Nacho Azofra, el capitán, de 30 años, que empezó a jugar en el Estudiantes a los 10, al salir de clase, explica así la filosofía de este equipo: "Desde las categorías más pequeñas, desde infantil o juvenil, te enseñan a no ser egoísta, a no pedir y a dar siempre: el equipo es lo que importa y no tú".

César Arranz, pívot del Estudiantes, va incluso más lejos a la hora de atribuir virtudes al efecto patio de colegio: "Nuestros bases, por ejemplo, son muy rápidos, típico de patio de colegio, muy listos, saben leer en un instante la jugada de manera natural, como quien se ha criado en una cancha jugando todo el tiempo desde niño, es gente que ha crecido jugando al baloncesto".

Este efecto también se nota en la coordinación, en el acoplamiento, en la compenetración: muchos de los jugadores ya militaban juntos en los equipos de juveniles. Es el caso de Azofra, de Alfonso Reyes, la estrella del club, o de Juan Aisa.

"Nos entrenábamos al aire libre, o en una cancha cubierta heladora a la que aún se llama la nevera", comenta Reyes, que añade: "En otros equipos puedes ganar más dinero, pero aquí juegas a gusto, y eso es más importante que el dinero. Es algo que suena a tópico, pero que es verdad". El entrenador, José Vicente Pepu Hernández, también está de acuerdo: "El secreto es que se divierten jugando porque son amigos". Esto lo decía en el Palacio de Cristales del Ayuntamiento, minutos antes de que la corporación les entregara un pequeño trofeo. En una esquina, algo ajenos (por el idioma, el protocolo), dándole al jamón y hablando en inglés, se encontraban los imponentes Shaun Vandiver y Chandler Thompson, los dos estadounidenses, el primero de Ilinois, el segundo de Indiana, que refuerzan el equipo. Los dos coincidieron en que La Demencia, la hinchada que les aguardaba al otro lado del Atlántico, de la que no habían oído hablar nunca en la NBA, "es la mejor hinchada del mundo".

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Vandiver asegura que no le costó mucho integrarse en este equipo tan especial y es consciente de que la personalidad y la clase de otros ilustres extranjeros que le han precedido (John Pinone, David Rusell, por ejemplo) han marcado un camino que hay que seguir: "Espero convertirme en el Pinone negro", dice. También tiene una teoría particular de cómo funciona este club en medio de un partido: "Reyes es la energía; Chadler [Thompson], el corazón; Nacho [Azofra] y yo somos los cocineros, los que notan que falta sal en algo, los que obligan a esperar, a tranquilizarse".

Es la tercera vez que el Estudiantes gana este trofeo, aunque el presidente aseguró que no será la última. De eso se encargará el batallón de chicos que ahora mismo pelotean en el patio del Ramiro de Maeztu. Ellos no lo saben, pero aprenden una táctica secreta.

Una cantera de 800 chicos

El Estudiantes maneja un presupuesto anual de unos 800 millones, aproximadamente 400 millones menos que, por ejemplo, el Real Madrid de baloncesto.Pero con esta suma, el reciente ganador de la Copa del Rey mantiene, además del equipo de Primera División, más de 40 formaciones en divisiones inferiores, en ligas juveniles o en campeonatos infantiles: un ejército de 800 muchachos que juega continuamente al baloncesto. Otra de las características de este club original: frecuentemente, los hermanos, que van al instituto Ramiro de Maeztu juntos, acaban jugando juntos: por aquí pasaron Fernando Martín y su hermano Antonio; o Pablo Martínez y Gonzalo Martínez, éste aún en el equipo, hijos de Juan Martínez Arroyo, jugador del Estudiantes de los años sesenta. También son hermanos Felipe y Alfonso Reyes, actualmente en la plantilla del primer equipo.

Un técnico del Instituto Municipal de Deportes (IMD) que asistió ayer a la ceremonia, tras recordar que en su juventud estudió en el Ramiro, relató: "Allí en los recreos se jugaba siempre, en las canastas se hacían partidillos de dos para dos o de tres para tres, así se aprendía, constantemente; hay que tener en cuenta que el profesor de gimnasia era el entrenador del primer equipo. Y el entrenador actual, [José Vicente Hernández] fue el entrenador de juveniles en el equipo en que jugó Azofra o Alfonso Reyes. Yo he visto en recreos partidillos de tres para tres entre tipos que luego jugaron todos en Primera División. Pero yo no: me dediqué al fútbol hasta que convirtieron el campo en dos canchas diferentes de baloncesto".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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