Barbarie a las puertas de una librería
Mientras ojeaba, en la librería Topbooks de Bilbao, el libro El hijo de Juanita Gerrikabeitia, unos vándalos golpearon la cristalería principal del inmueble. Me sobresalté y levanté la mirada del volumen en el que Jon Idigoras -el hijo de Juanita Gerroikabeitia- sonreía. A esa hora, las doce del mediodía, una docena de clientes consultábamos los estantes.La puerta de cristal de Topbooks cedió a la barbarie, resquebrajándose. Fuera, entre los abertzales, se produjeron las primeras risas. Dentro, entre la ciudadanía, emergió el primer conato de pánico. El grupúsculo sacudió varias veces más la cristalera de la librería antes de pasar de largo Gran Vía arriba. Era el jueves 27 de enero, día de huelga general convocada por el nacionalismo radical en demanda del acercamiento de los presos.
Las dependientas temblaron como hojas temiendo que asaltasen el local -que incluso lo incendiasen como hicieran la noche anterior en Algorta-. Una de las chicas gritó: "¡apagad las luces!"; otra, quiso hacerles frente para defender su puesto de trabajo y su libertad. Una tercera dependienta salió al paso de su compañera evitando, quizá, una tragedia. Los radicales fueron cegando el escaparate con pegatinas amarillas. Los clientes nos miramos perplejos. Abandoné el libro de Idigoras sobre el stand de novedades.
La librería, como la sociedad vasca, acoge en su seno todas las tendencias: de hecho, ahí estaba el libro de Idigoras publicado por Txalaparta.Ellos, sin embargo, no admiten disidencias. Reclamo mi libertad.- .
