Homenaje a Rodrigo y su 'Concierto'
En el Auditorio Alfredo Kraus, repleto de público, el festival canario ha rendido homenaje a Joaquín Rodrigo de la mejor manera que puede hacerse: interpretando bien su acierto más redondo y divulgado, o sea, el Concierto de Aranjuez, con el que la guitarra ingresó en el repertorio sinfónico de nuestro tiempo. Asumió la parte protagonista uno de los mejores guitarristas actuales: el cubano Manuel Berrueco. Todavía muy joven sorprendió a todos en 1974 cuando actuó en el Carnegie Hall de Nueva York y en París al hacerse con el Premio Internacional de Guitarra. En sus manos el refinamiento del Concierto de Aranjuez cobró matices de excepción con los que se identificó la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y su director titular Adrián Leaper.
No hubo en el solista ni en sus colaboradores ni una sola concesión a lo pintoresco, de manera que la sensible evocación de los jardines que pintara Rusiñol sonó como el más fino cristal de La Granja. Incluso el bello adagio tuvo, como siempre quiso su autor, sustancia y nobleza castiza y elegante y suaves colores goyescos como arrancados al retrato de la condesa de Chinchón.
Antes y después, otro gran nacionalista de otro tiempo y otros ámbitos nos llegó con análogos y refinados planteamientos en la Sinfonía número 8 en Sol mayor y en la obertura dramática sobre Otello. Fue un concierto no anunciado con alharacas, pero que en la realidad se convirtió en todo un capítulo valioso de un gran festival internacional como es el de Canarias. La audiencia aplaudió insistentemente a la orquesta de la casa y a su excelente maestro.
Babelia
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