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Tribuna
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Cabreos

Ahora sí: imposible circular por Alicante. Es una ciudad patas arriba. Nada que objetar a la necesidad de las obras antirriadas. Nada a los imprevistos, por la envergadura de la empresa, pero ¿puede alguien explicar por qué todo al mismo tiempo? El caos de la circulación rodada es mayúsculo, y las explicaciones que se conceden desde la cosa pública resultan irrisorias.El alcalde, por ejemplo, confunde imprevisto con imprevisión, salvo que considere que fue una sorpresa encontrar restos de muralla y torreones en la céntrica Rambla de Méndez Núñez, una obra de ingeniería militar planificada, ejecutada, catalogada y convenientemente registrada en los archivos locales desde el siglo XVI.

Una de dos: o políticos y técnicos no leen ni consultan los libros antes de ejecutar un proyecto, o simplemente dan por hecho que el resto de la población no lo hace y puede ser burlada sólo con poner cara de sorpresa ante un lienzo amurallado.

Es una muestra preclara de cómo este alcalde consigue lo imposible: acometer las obras más importantes para la ciudad y cabrear al mismo tiempo a los contribuyentes, porque no se cumplen los plazos. Hoy, comerciantes, viandantes y automovilistas están irritados con Alperi, aunque él insiste en que no detecta ese malestar. A Franco, dicen, le colocaban los mejores salmones en el anzuelo de su caña, y a Alperi, digo, le pondrán enfrente ciudadanos sumisos, conformistas y aduladores.

Diversas teorías circulan por la ciudad. La más creíble es aquella que apunta que las administraciones implicadas han optado por molestar una sola vez al ciudadano, aunque sea mucho, y al inicio del mandato, para que se olvide de las molestias en la próxima cita electoral que les afecte. Eso explicaría la actual proliferación de obras. Otra, más perversa, señala con el dedo al concejal responsable de Urbanismo, que ni entiende de esos menesteres ni está dispuesto a aprender. Sea como fuere, la situación la resume a la perfección el título de una carta enviada por un lector: desesperación.

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