Por qué matan
El título de mi artículo es el de un reciente estudio estadounidense sobre las fases en las que los criminales violentos adquieren los rasgos de personalidad que les convierten en asesinos intencionados. Lo he estado estudiando como parte de mi preparación para participar en una conferencia internacional en la que se hablará de todos las clases de violencia social: guerras entre pandillas urbanas, gamberrismo en el fútbol, represión militar y policial, abuso sexual, terrorismo, etc. Al estudiar la violencia social en este amplio marco, me di cuenta de que el caso de ETA es casi único: secuestros y asesinatos sistemáticos por parte de personas que no son producto de la violencia de los suburbios urbanos, que no proceden de hogares en los que, habitualmente, han recibido malos tratos por parte de miembros de la familia de más edad o vecinos abusones, que no son víctimas del desempleo crónico, las guerras del narcotráfico, el racismo o la persecución religiosa. De hecho, la mayoría de ellos llevan una vida civil bastante normal, aparte de sus actos como militantes de ETA. Tampoco se puede decir que exista ninguna analogía general válida con la trágica historia de Irlanda, en la que sí hay, efectivamente, una historia de varios siglos de opresión política y religiosa y en la que existen grupos terroristas tanto en el bando católico como en el protestante.Lo que hace único el caso vasco, y lo que me choca como historiador, es que el terrorismo político vasco de los últimos 20 años desafía cualquier explicación racional, a menos que uno desenrede la historia real de la historia mitificada y de la falsa antropología. Empecemos por la historia real: en los tres departamentos más meridionales de la república democráticamente gobernada de Francia, y en las tres provincias más septentrionales de la monarquía democráticamente gobernada de España, cuyo territorio constituye el País Vasco, un gran porcentaje de la población desciende de un pueblo prerromano con un idioma propio, que no tiene absolutamente nada que ver con las lenguas romances o célticas habladas por todos sus vecinos europeos. Además del lenguaje, han conservado numerosos rasgos agrícolas, arquitectónicos, culinarios y políticos tradicionales, que difieren, aunque no significativamente, de los de sus vecinos. Se casaron entre ellos y utilizaron los idiomas francés y castellano a lo largo de las eras medieval y moderna.
Durante las guerras carlistas del siglo XIX, gran parte de la población rural vasca, como la de Navarra, Cataluña y el Maestrazgo, apoyó la causa carlista, a raíz de cuya derrota los vascos perdieron sus históricos fueros, el sistema tradicional de gobierno local. Esta pérdida fue a su vez parte de la centralización general del poder que llevaron adelante la mayoría de los Gobiernos de Madrid en todo el Reino de España. Diez años después, en la década de 1890, y como parte de un resurgir general del interés por las pequeñas nacionalidades europeas, los intelectuales vascos crearon una historia en parte real y en parte mítica de su pueblo, y exigieron que esa identidad nacional se reconociese en forma de un Estado independiente.
Como nefasto acompañamiento a una historia parcialmente exacta se desarrolló una antropología falsa: la insistencia en que las medidas del cráneo y de los pómulos, y el alto porcentaje del tipo sanguíneo Rh negativo, eran prueba de una raza diferente, cuya existencia justificaba la exigencia de una soberanía independiente. Como es sabido, en esa misma época muchos europeos del norte adoptaron los mismos conceptos raciales, pero desde la Segunda Guerra Mundial, y en gran medida como consecuencia de los crímenes cometidos durante esa guerra en nombre de la raza, la mayoría de los habitantes de los países del norte han rechazado totalmente el racismo. Pero éste sigue predominando en los reverenciados escritos de Sabino Arana, padre fundador del nacionalismo vasco. Como estudiante que, en 1950, entrevistó a destacados exiliados en París, me vi sometido a más de una disertación amistosa sobre las excepcionales proporciones del cráneo vasco y fui felicitado por mi afición a la boina vasca.
Pero volvamos a los hechos reales: en 1936, las Cortes republicanas españolas confirmaron un estatuto de autonomía que se había negociado durante mucho tiempo. El Gobierno autónomo luchó en el bando de la República y, más adelante, mantuvo una delegación representativa en París a lo largo de la dictadura franquista. En los últimos años de esa dictadura, la recién creada ETA asesinó a personalidades del Ejército y de la policía cuidadosamente seleccionadas y estaba considerada -en España y en Europa Occidental- como una de las organizaciones más fuertes y más admirables de la resistencia.
Según los nacionalistas vascos, la opresión franquista fue especialmente feroz en el País Vasco, pero cualquiera que estudie la historia de ese régimen comprobará que fue igual de opresivo en toda España. La reivindicación victimista de haber sido elegidos para la opresión son un aspecto habitual de la falta de solidaridad nacionalista con los sufrimientos del pueblo español en su conjunto. Y, lo que es más importante para entender la historia real del área vasca, en los aspectos económico y social, siempre ha sido una de las regiones más favorecidas de España.
Prosperidad comercial en los sectores de la pesca, naval y siderúrgico, todos ellos favorecidos por los gobernantes españoles desde finales de la Edad Media. Alta proporción de familias de hidalgos, personas con derecho a reclamar una superior ascendencia de cristianos viejos, por definición, aptos para servir en los más altos puestos administrativos de la monarquía castellana. Al final de la segunda guerra carlista (1876), la pérdida de los fueros medievales fue compensada con creces por el establecimiento de los conciertos económicos, en virtud de los cuales las diputaciones vascas negociaban el tipo de impuestos y la cantidad de renta que tenían que pagar al Gobierno central. Aparte de eso, las diputaciones siguieron ejerciendo la mayoría de las funciones administrativas que habían desempeñado en la Edad Media, pero éstas se consideraban ahora como una concesión de autoridad por parte del Gobierno central. Eliminados por Franco y restaurados por la Constitución de 1978, los conciertos han sido la envidia de las demás regiones de España. Para finalizar, cualquier imagen de que los vascos han sido opri-
midos (más que los demás) por los gobiernos españoles, es, literalmente, mitología pura.
Respecto a "por qué matan", la única explicación posible es que la mezcla de nacionalismo, racismo e historia mitificada se convirtieron en la justificación para el terrorismo. Para mantener la exigencia de un Estado independiente, ETA tuvo que afirmar que a la mayoría de los vascos de ambos lados de la frontera franco-española se les había negado el derecho a la autodeterminación y que, en realidad, la monarquía constitucional no difería en nada del franquismo. Dado que sólo una escasa mayoría del electorado vasco apoyaba a los partidos nacionalistas y dado que incluso muchos de ellos no apoyaban los asesinatos, fue necesario coaccionar a la población local con la kale borroka, grupos juveniles que incendian coches, tiendas y cabinas telefónicas, atacan los hogares de los cargos electos no nacionalistas y, con ello, intimidan a los no nacionalistas o a los que simplemente prefieren la paz.
Confío en que el lector se dará cuenta del énfasis que pongo en subrayar importancia crítica de la historia y la antropología verídicas. Hay un viejo refrán, común a docenas de idiomas, culturas y nacionalidades que dice que "aquellos a los que los dioses quieren destruir primero les conducen a la la locura". No sé de ningún otro caso en que unas falsedades sinceramente creídas hayan llevado a cientos de seres humanos, por lo demás decentes, a creer que sirven a una buena causa asesinando a 800 personas en unas condiciones de libertad política y con un Gobierno representativo.
Gabriel Jackson es historiador.
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