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LA CASA POR LA VENTANA Vesubios de sangre humana JULIO A. MÁÑEZ

No hay duda de que una de las imágenes más patéticas del rabo del milenio en esta anualidad de postrimerías recién inaugurada es la de Josep Piqué, ministro portavoz de un Gobierno más progubernamental que nunca, aconsejando a los muchachos de las juventudes populacheras que por nada del mundo caigan en la tentación de hacerse comunistas, que él mismo pasó en su juventud (durante unas cuantas horas) por tan sobrecogedora experiencia y no recuerda nada parecido a aquel horror, que la auténtica revolución contemporánea (ya lo decía en sus años de los ochenta la Margaret Thatcher, conocida ahora por sus meriendas con Pinochet) es la conservadora, y que felices los ojos que cuentan todavía entre su auditorio a esa tropa de adolescentes talluditos susceptibles de ser instruidos no por las enseñanzas de la historia sino por unos lideres que, habiendo sufrido ya en sus carnes el viacrucis del que ahora reniegan, nada desean más para sus alevines que el estalvio de semejante gólgota de iniciación.Cierto que el señor Piqué, y los suyos, se preocupan por nada, ya que nada sugiere melancolías marxistas en las filas de sus jóvenes seguidores. Es posible que -altos de miras como son- los dirigentes altos, sobre todo en lo que toca al remedio para las perspectivas de futuro, hayan visto como peligrosa la actividad de algunos jóvenes apolíticos enredados en militancias semifantasiosas de onegés con internetes y movilidad telefónica. Pero, que yo sepa, ninguno de los jóvenes contertulios obligados del señor ministro portavoz interrumpió su discurso para hacerle saber que les ponía en guardia acerca de un peligro inmotivado -un tanto a la manera de esas monjitas profesoras que alertan a sus alumnas de unos peligros de la carne que hacen cuanto está en su mano para poner fuera de su alcance-, así que diría yo que estos arrepentidos de un pasado en el que apenas participaron tienen la reproducción de su propia fuerza de trabajo bastante asegurada, aunque es bien cierto que no está de más asegurarse de esa primera impresión mediante intervenciones tan contundentes -y autobiográficas por aproximación con retoques- como las del ministro portavoz ahora de sí mismo.

Claro que la propensión reaccionaria se distingue no por la presencia en la calle de alguna que otra pandilla de buscabullas disfrazados de fascistas de gimnasio que meten bronca a cuenta de la unidad de la Patria o de la soberanía española sobre las plazas de soberanía española o sobre la conveniencia de dar un buen escarmiento a unos cuantos inmigrados, de preferencia pobres y de tez oscura. Eso es el coro zarzuelero que acompaña algún que otro tipo de música. La auténtica propensión retrógrada es la de un gobierno que pretende pasar de las ideas políticas para acogerse en exclusiva a la ideología de su capacidad de gestión, muy en la línea de un Fernández de la Mora, aunque la impresión que producen algunas declaraciones recientes de Eduardo Zaplana lo situarían más bien en trance de sufrir la casposa tentación primorriversita, por lo que tal vez no ha de tardar prácticamente nada en sugerir a sus consellers que tomen su ejemplo y no cometan el error de meterse en política. Las trasnochadas afirmaciones -por ejemplo, las que firma la estupenda chica que le lleva los asuntillos de cultura- que consideran trasnochada la contraposición entre izquierda y derecha son el primer paso para legitimar una gestión que se simulará ideada en nombre de todos los ciudadanos, vengan de donde vengan, una tontería que prepara la siguiente y más grave, aquella que no tiene obstáculo en admitir diferencias sociales a condición de colar la argucia de negarles políticamente su estatuto político.

Más allá de la cháchara con que se disfrace, también es política, del lado de la miseria política de derechas, la decisión de mantener en su puesto a una Mayrén Beneyto cualquiera -nuestra Pitita Ridruejo particular- en un cargo de muchas músicas cuya gestión es la risa de medio mundo conocido, por lo mismo que se acoge a la política cultural de derechas un programa como Tómbola, emitido en una tele en la que Villaescusa (nunca un apellido hizo tanto honor a la actitud de quien lo lleva) no sólo hace de gestor claramente derechista en sus muchas gestiones sino también de presentador de derechas en su actuación del otro día junto a Mar Flores en el milenario de La música es la pista, un espacio cuyo título es una bomba a poco que la oposición se decida a pasar de Ciprià Ciscar. ¿Es posible que casi todo lo que hace la derecha sea de derechas? El misterio es que también lo sean tantas actitudes de la izquierda inexistente.

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