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Reportaje:

Los dromedarios de Fidel.

Viajar por Cuba puede convertirse a la mínima en un ejercicio de surrealismo disparatado. La mezcla de Caribe, socialismo y brujería produce resultados exagerados, eso se sabe, pero en ocasiones la realidad lo deja a uno pasmado. En algún paseo por la isla este corresponsal ha encontrado niñas cuyo nombre de pila es Hemoglobina, y también tenores de la Ópera Nacional de Cuba actuando en fábricas de azúcar ante un público de macheteros con sombrero de yarey. Pero eso no es nada si se compara con lo visto en Cabañas, una pequeña localidad de 7.000 habitantes situada a 70 kilómetros al oeste de La Habana, donde este diario descubrió que existe un oasis, y no precisamente político, sino con palmeras y auténticos dromedarios.El hallazgo tuvo lugar coincidiendo con la deportación por el Gobierno de EEUU de un grupo de balseros cubanos. Por su discreta ubicación, la bahía de Cabañas es el lugar idóneo para estas operaciones, y por ello desde que en 1995 Bill Clinton decidió acabar con la política de asilo inmediato a los balseros, esta resguardada bahía ha recibido a más de 2.000 emigrantes repatriados.

Fue después de una de estas deportaciones, al parar a tomar café en el pueblo de Cabañas, cuando por primera vez un lugareño, devoto de la regla de Palo Monte, religión afrocubana famosa por la efectividad de su brujería, habló ante un extranjero de los camellos de Fidel.

Varios vecinos, incluido el párroco del pueblo, un canadiense de Quebec llamado Roche Audet, habían oído también hablar de ellos, y un niño aseguró que él mismo los había visto en la finca La Herradura. En su compañía, aún con incredulidad, llegamos a La Herradura, un gigantesco cañaveral situado cerca de la playa del mismo nombre. Al cruzar el linde de una pequeña vaquería, un hombre dio el alto, escopeta al hombro.

Después de intercambiar algunas frases, el joven franqueó el paso, y cuál sería la sorpresa cuando en un potrero cercado aparecieron medio centenar de animales acostados. Ya en confianza, el custodio aclaró: "Camellos no, son dromedarios. Éstos tienen una sola lomita".

El vigilante contó que en 1992, cuando los rigores del periodo especial eran más bravos, un día unos hombres trajeron a La Herradura una cuerda de 38 camellos y poco después apareció Fidel Castro. Desde entonces el mandatario cubano ha vuelto en varias ocasiones. "A lo mejor quiere ver cómo se adaptan", comenta alguien.

Parece que bien, pues la colonia ya es de más de 50 ejemplares. Nadie sabe en el pueblo para qué los quiere Fidel. "Lo único que hacen es comer sal y pienso y beber agua, pero no se les utiliza como animales de carga ni las hembras son ordeñadas", explica uno de los campesinos-custodios, que no permite hacer fotografías. En el pueblo opinan que quizá fuesen sólo un regalo al presidente cubano de algún mandatario árabe.

Este periodista se dirigió al ayuntamiento de Cabañas, donde el ex trabajador de las Fuerzas armadas revolucionarias Restituto Mariños ejerce como delegado del Poder Popular. Mariños aclaró: "Los camellos de Fidel no; los camellos del pueblo".

-¿Existen planes estratégicos con los camellos en caso de guerra? -fue la siguiente pregunta.

-No -contestó secamente el funcionario-. La infantería cubana no necesita de camellos.

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