PARQUE NATURAL DE LA SIERRA DE BAZA (GRANADA) La ribera de los álamos centenarios
Los más longevos pobladores de la Sierra de Baza rondan los 300 años. Y no tratan de ocultar su edad con artimañas estéticas. Las arrugas de sus cuerpos rechonchos y deformes han sido talladas tan profundamente por el sol, el viento y la nieve que en ellas se puede escarbar con todos los dedos de la mano. Los casi doscientos álamos negros (Populus nigra) centenarios que componen el majestuoso bosque de galería del arroyo Bodurria, en el granadino Parque Natural de la Sierra de Baza, convivieron durante lustros con los cinco mil habitantes de la zona. En los años cincuenta y sesenta, estos ganaderos y agricultores se cansaron de subsistir, de arrancar a la tierra yerma de estas montañas más de lo que podía ofrecer. Vendieron sus minifundios al Estado para ser repoblados con pinos y emigraron.
Hoy, junto a los robustos árboles, sólo quedan las ruinas de sus casas: cortijos como el de Los Gómez, donde pueden verse los primeros álamos de envergadura, y aldeas como la de Los Mellizos, en cuyos vestigios todavía se adivina el pórtico de una pequeña iglesia.
Pocas visitas
La soledad de los árboles rara vez se ve alterada por el hombre. El Parque Natural de la Sierra de Baza, situado en la parte nororiental de Granada, es uno de los menos visitados de toda la provincia. La aridez de la comarca que rodea la sierra no invita a imaginar los bellos paisajes y la rica biodiversidad -vegetal y animal- que encierra en su interior.
Desde hace varios años, la asociación Proyecto Sierra de Baza trabaja para atraer la curiosidad hacia esta zona. Compuesta por 70 miembros y sin ánimo de lucro, la organización abre y señaliza senderos, ofrece visitas guiadas a grupos y ha editado una detallada guía del parque natural.
José Ángel Rodríguez, presidente de la asociación, y el guía Carlos Blancas proponen en el libro seis rutas de interés. La segunda de ellas, de unos ocho kilómetros de longitud, conduce a pie al visitante por las márgenes del arroyo Bodurria, seco en algunos tramos y flanqueado por los centenarios álamos.
Con el paso del tiempo, los troncos de estos árboles han adquirido la apariencia de la agrietada mano de un campesino, de la que no nacen cinco dedos, sino decenas de sarmentosas ramas con formas caprichosas. Las copas de los mayores ejemplares se elevan hasta 35 metros y el perímetro de sus troncos oscila entre los cinco y los seis metros. "Cada árbol constituye un pequeño ecosistema en sí mismo. En las hoquedades de los troncos pueden habitar insectos, aves y pequeños mamíferos", explica Rodríguez, que conoce bien la zona.
El gran volumen y aparente fealdad de estos álamos les ha salvado, posiblemente, de la tala. Los troncos retorcidos no parecen aptos para el aprovechamiento maderero o la construcción. Y el gran esfuerzo que supondría cortarlos y transportarlos, sin caminos para vehículos, no le ha parecido rentable a nadie.
Los álamos conviven junto a otras especies comunes en la vegetación ribereña, como sauces y cerezos silvestres. Pero también con árboles más atípicos. A pocos metros de las ruinas de Los Mellizos, junto al cauce del arroyo, existe un monumental castaño, también centenario, con un perímetro de tronco de casi cinco metros. La cortijada de Los Mellizos estuvo habitada hasta mitad de siglo. Las ruinas muestran los restos de una rudimentaria arquitectura basada en los recursos del entorno: muros de piedra unida con mortero y techos de viga con pizarra o launa.
Durante lustros, en sus eras se celebró quincenalmente un mercado que atraía a los pobladores de otras aldeas de la comarca. El comercio se realizaba mediante trueque.
Datos de interés
La asociación Proyecto Sierra de Baza organiza visitas guiadas para grupos por todo el parque: 958 712001. Un plano y más información de la ruta puede obtenerse en la dirección de Internet: www.teleline.terra.es/personal/siebaza.
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