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Glamour bilbaíno

ENRIQUE MOCHALES

Está bien, somos los más elegantes. Aunque llevemos camisas de rayas clónicas, o zapatillas de plataformas inimaginables, o camisetas de tirantes con sujetador a la vista, o pantalones viejos con el culo caído. La elegancia bilbaína, el chic, no nos lo quita nadie. Ese toque personal, esa forma de llevar puesto el choto y de blandir el paraguas, ese porte anglosajón al andar bajo la lluvia, esa firma particular es nuestra por antonomasia, y para defenderla hemos de traspasarla a nuestros hijos desde su más tierna edad, para que ellos hagan lo mismo con sus hijos, y así hasta la eternidad. Tal vez haya un gen del buen gusto y la elegancia. Sin duda, ese gen debe de estar en el genoma bilbaíno.

No hay más que darse un paseo el día de reyes por el parque de Doña Casilda para ilustrar este artículo. Observemos a algunos niños con sus flamantes juguetes, vestidos a la última moda de Bilbao. ¿Por qué los niños bilbaínos visten tan pijo? Algunos hablan de la influencia inglesa, casi victoriana, en la moda infantil de Bilbao. Ciertos bebés, en sus cochecitos de importación Silvercross -que son como los Jaguar de los cochecitos- parecen príncipes orlados de lacitos, puntillas blancas y bordados celestes o rosas. Pero donde más luce la moda infantil de la villa es en aquellos chiquillos que ya empiezan a andar, con lujosos atuendos de domingo. No se ha visto en ningún lugar del mundo tal derroche de nostalgia: si fotografiásemos a muchos de nuestros hijos en blanco y negro, podrían pasar perfectamente por niños de principio de siglo.

Desde este punto de vista el nuevo milenio no ha llegado para estos críos. Cual reales infantes, recién salidos de la habitación del pintor de cámara, pisan la calle prestos a jugar con sus regalos. Sin duda, alguna madre precavida habrá puesto a su hijo tal día señalado algo semejante a un buzo de trabajo que se pueda ensuciar sin provocarle a ella un ataque de nervios. Pero otras no habrán renunciado a que sus hijos parezcan de sangre azul, futuros próceres que algún día llevarán las riendas de nuestra Euskal Herria sin olvidar la elegancia que nos caracteriza, inteligentemente alejada de todo lo que sea moda. Hay numerosas tiendas en Bilbao, la mayoría de superlujo, que muestran en sus escaparates esta moda infantil retro. Y no hace falta que sea el día de reyes con tal de regalarle al nene un conjunto mono para las grandes ocasiones, de tendencia clásica, que le otorgará todo el aspecto de un pastel.

Niños-pasteles que corretean por el parque, cualquier domingo, cualquier día de reyes. Tal vez el día de mañana se tiñan el pelo de colores, se pongan unos pantalones vaqueros rasgados, se hagan piercings en las uñas de los pies y calcen unas sandalias de plástico con calcetines color naranja fosfo, pero siempre conservarán aquella foto en la que aparecen como auténticos burguesitos bilbaínos. La foto que certifica que son de buena cuna, lo que se dice de Bilbao de toda la vida. Para qué nos vamos a engañar: el buen gusto bilbaíno en particular siempre ha considerado que la elegancia debe ser clásica y no es amigo de las innovaciones. Esto repercute en nuestro álbum de recuerdos.

Afortunadamente, para un buen número de madres, la forma de vestir a sus hijos no lleva implícita una soterrada cuestión de status. Hoy en día se le empieza a dar más importancia a la comodidad que al lujo. No obstante, puede que la cuestión se reduzca al mero sentido del gusto de una sociedad que se dice, con convicción, de las más elegantes del orbe. Y lo de los niños de Bilbao es comentado por visitantes estupefactos de otros latifundios, que quedan anonadados ante el exceso, y que cuando ven a uno de esos niños-pastel experimentan una sensación entre la ternura y el espanto.

Afortunadamente, por qué negarlo, todo esto pertenece, como diría un connaisseur, al glamour de Bilbao, a esa atmósfera de domingo, al tacto del abrigo de piel y al destello de las joyas, al olor de las rabas mezclado con el perfume en el café Toledo. Algo que debería figurar, como atávica manifestación folklórica, entre las principales atracciones turísticas de la villa.

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