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Disco duro

RICARDO CANTALAPIEDRA

Los Reyes Magos han inundado Madrid de teléfonos móviles. Éramos pocos y parió la abuela. A la hora del aperitivo, las tabernas se convierten en un guirigay de loros hablando como locos con interlocutores ausentes. Se incrementa de forma inquietante el número de ciudadanos que están siempre en otro sitio. La bilocación es el milagro del momento, a disposición de todo el espectro social. Comienza el imperio de la dicotomía, porque nos ha caído encima un 2 omnipresente que durará mil años. El futuro es cosa de dos. Habrá que ligar como sea.

Circula por las calles un sutil sentimiento de vértigo ante el futuro inmediato, zagocitado por la informática. La vida cotidiana está dando un cambiazo. La irrupción de Internet y de más prodigios cibernéticos es comidilla en las cantinas, colegios, mercados y peluquerías. Quien no sepa de ordenadores será un analfabeto dentro de nada. La gente se apunta atropelladamente a cursos de informática ante esta constatación: como no nos pongamos las pilas, los adolescentes nos dan sopas con onda.

En este contexto, se agradece que siga habiendo en Madrid bichos raros que coquetean con la lucidez y con la risa. Pulula estos días por los bares del centro un individuo digno de toda sospecha. No llega a los 25años, tiene profesión de altos vuelos y dice llamarse Joseph von Claperk. Reparte panfletos a los parroquianos y encandila a las mujeres disertando sobre teología.

Éstas son sus predicciones: Chueca caerá a manos de la especulación. Aunque parezca procacidad, todo se hará con un ratón en la mano, el del ordenador. Vuelven el disco duro y, por tanto, el rock and roll; por ejemplo, el grupo Canallas, que reivindica el libertinaje, la juerga y los exabruptos contra el alcalde. Para sobrevivir en el 2000 no hay que ser macho, sino Machín; es decir, algo puta y muy camaleón. Se acabaron los chulos, pero irrumpimos los chulines, que somos más peligrosos, un disco duro del cual no podréis prescindir, canallas.

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