Jurista, culto y liberal FRANCESC DE CARRERAS
La inesperada muerte de Robert Vergés i Cadanet ha dejado consternados a su familia y a sus muchos amigos. En la actualidad, ocupaba la presidencia del Consell Consultiu de la Generalitat, pero un apresurado balance de su vida debe incluir muchas otras facetas de su actividad humana que reflejan una personalidad rica y compleja. Personalidad sin duda muy marcada por sus orígenes familiares: sus padres, Pere Vergés y Teresa Cadanet, fueron unos avanzados pedagogos de nuestra primera mitad de siglo, creadores de la famosa Escola del Mar y, más tarde, de las Escoles Garbí. Robert Vergés nació, pues, en una típica familia de intelectuales noucentistes. Desde estas bases, Vergés se forjó una personalidad propia que se enriqueció a su paso por la Universidad y la vida política y cultural catalana. Tras una brillantísima carrera de Derecho, ejerció siempre de abogado y, en época ya democrática, fue el primer Letrado Mayor del Parlament de Catalunya y, desde su creación en 1981, miembro del Consell Consultiu, institución de la que ha sido presidente en sus últimos años. Como jurista destacaba por su implacable lógica y la sutileza de matices en la interpretación de las normas, además de por un rotundo sentido común, tan necesario en el mundo del derecho. Como político, su actividad arranca de los años cincuenta, en que fue detenido por la policía por actividades catalanistas. Más adelante formó parte del partido socialista de Pallach, después de Esquerra Republicana de Catalunya y, finalmente, de Convergència Democràtica de Catalunya. Además de Pallach, Heribert Barrera y Trias Fargas fueron dos personas de fuerte ascendiente en su carrera política. En los dos últimos decenios era uno de los representantes catalanes en la Internacional Liberal. Un catalanismo de base y un liberalismo socialdemócrata conformaban, pues, sus ideas políticas.
Pero Vergés no fue sólo un jurista y un político, sino también un hombre culto, un curioso sobre infinidad de cuestiones, muy al día en literatura, teatro, cine y pensamiento. Su gran amigo el arquitecto Oriol Bohigas lo define estupendamente en unas páginas de su primer tomo de memorias como el mayor tastaolletes que ha conocido. Profesionalmente, también volcó esta faceta de su personalidad en las Escoles Garbí, en la Fundació Pere Vergés, en Edicions 62 y en sus artículos de La Vanguardia.
Muy alto, delgado, vitalista, descuidado en las formas, despistado, con un gran sentido del humor, cordial, amigo de los amigos, le gustaba la conversación, disfrutaba en la confrontación dialéctica y sabía argumentar bien posiciones muy polémicas. Lo recordaré siempre en la mesa del Consell Consultiu, con la ceniza del puro cayendo sobre su camisa, que él contribuía a manchar todavía más al quererla limpiar con un gesto displicente; o en Calella, saliendo del agua en la parte del Canadell que está junto a Els Tres Pins, dispuesto a seguir charlando con sus habituales compañeros de playa, Xavier Montsalvatge, Antonio Vilanova, Delfí Abella y tantos otros. Su muerte nos deja sólo su recuerdo, pero también el consuelo de saber que hasta el último momento ha podido vivir en plenas condiciones físicas e intelectuales, rindiendo al máximo como jurista y como tastaolletes, y sabiendo que estaba rodeado de muchos buenos amigos.
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