Dedicado al juego
El niño Javierito Conde, en los años cincuenta, llenaba de vaho, deseo y resignación el escaparate de una tienda de juguetes en la calle Bravo Murillo de Madrid, frente al cine Europa. Un cristal separaba su nariz de la ilusión prohibida: artilugios que nunca veía a los pies de la cama tras la noche de Reyes. Él, un niño más de una modesta familia más de la posguerra española, se conformaba con la armónica de turno o el pequeño juguetitito que caía cada año. Javier Conde Catena adoraba los juguetes de hojalata -las motos sobre todo-, pero entonces hasta los niños tenían interiorizada la escasez. "No nos atrevíamos a pedir juguetes a nuestros padres como estaba la cosa", recuerda. Hoy aquel niño tiene 47 años, es uno de los mayores coleccionistas de juguetes antiguos de España e incluso ha convertido en profesión su afición.Él y su mujer tienen una pequeña empresa familiar que se encarga de hacer exposiciones con los fondos de su vasta colección. Tesoros del ayer (www.tesorosdelayer.com) muestra juguetes de hojalata litografiados, álbumes de cromos, radios antiguas, muñecas, recuerdos del cine, la radio o el circo, tebeos antiguos o robots de los años cuarenta y cincuenta.
Con dos libros monográficos sobre el juguete La España de Mariquita Pérez (El País-Aguilar) y Lo tengo/No lo tengo. Los cromos: Historia de una ilusión (Espasa-Calpe), ambos éxitos editoriales, el antiguo muchacho ha atravesado con creces el escaparate de sus sueños.
Una selección de sus juguetes antiguos fechados entre 1875 y 1950 ocupa hasta el 15 de enero las salas del Archivo Municipal de Málaga. Apostados en vitrinas, una mayoría de juguetes de hojalata -una de las especialidades de la colección de Conde- y de tiendas minúsculas a escala de principios de siglo frabricadas en distintos países, muestran la evolución de los objetos de ocio infantil a lo largo de 100 años.
Son los hijos de una pasión que, como tantas veces, recuerda Conde, "nació de una antigua frustración". Una pasión nostálgica que ha encontrado eco en los cientos de visitantes que a diario repiten el rito: pegar la naricilla al escaparate de una antigua ilusión.
Conde recuerda que cada época, "desde que con la burguesía, a mediados del siglo XIX, los niños comenzaron a dejar de ser adultos pequeños", ha creado sus propios juguetes en función de "las necesidades sociales del momento".
Y si los primeros libros infantiles tenían una función moralizante y a principios de siglo los juegos de las tiendecitas enseñaban a los chavales "lo que era el comercio", hoy los videojuegos, ayudan, según Conde, "a que el niño se familiarice con el lenguaje de los ordenadores que son los que ocuparán su vida".
Convencido de que España es uno de los países de Europa donde hoy más se mima al niño, este antiguo funcionario, militante del PCE, reconoce que su afición estuvo a punto de costarle en su día el divorcio. "Es que era un vicio y casi no llegábamos a final de mes", reconoce. ¿Y cómo superó la situación? Hizo de su enemiga una aliada. Un buen día junto a su juguete de hojalata a cuerda comprado en El Rastro trajo una muñeca antigua para su mujer. Hoy cada uno se ocupa de una sección de la colección y ordenan los dos almacenes donde Conde agrupa sus obras. Y es que todo adulto quiso de niño atravesar alguna vez el escaparate. Conde lo reconoce: "La infancia no está tan lejos como parece".
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