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RELEVO EN KREMLIN

El triunfo de la mano dura

Para muchos demócratas, el triunfo de Vladímir Putin significa el triunfo del autoritarismo. Sus aseveraciones de que respetará las libertades fundamentales no convencen: es un duro, que, a diferencia de Yeltsin, no dudará en sacrificar los derechos cívicos si la situación lo exige.Como director del Servicio Federal de Seguridad, opinó que las organizaciones ecologistas espían a favor de Occidente y que los drogadictos son "semillas del mal". Como primer ministro casi no cometió errores: ágil, viajó mucho, un día visitaba un polígono atómico, al otro se encontraba con los escritores, al tercero se reunía con los líderes de los grupos parlamentarios, al cuarto invitaba a los ex primeros ministros a la Casa Blanca. Decía siempre lo que el interlocutor esperaba, y sólo unas pocas veces se equivocó, como cuando, refiriéndose a los chechenos, prometió perseguirlos "hasta el retrete", donde los convertiría "en fiambre".

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La verdad es que Putin, por el momento, es un enigma, y sólo el tiempo dirá si tienen razón los que creen que mantendrá las libertades y la democracia o los que sostienen que el putinismo se convertirá en pinochetismo o incluso en algo peor, semejante a lo sucedido en los años treinta. Una cosa está clara: los rusos estaban sedientos de mano dura y han comprobado que Putin la aplicará; y es precisamente esto lo que le asegurará su permanencia en el Kremlin después de marzo.

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