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Un informe de Fomento concluye que los controles de la Junta en la mina de Aznalcóllar eran correctos

Alejandro Bolaños

El sistema que la Consejería de Industria había establecido para vigilar la estabilidad de la balsa minera de Aznalcóllar "era mayor de lo habitual en este tipo de estructuras". El consejero, Guillermo Gutiérrez, desveló ayer las conclusiones del informe que encargó al Centro de Estudios y Experimentación (Cedex), un organismo técnico que depende del Ministerio de Fomento. El estudio considera que la rotura de la presa (que originó el vertido tóxico en el río Guadiamar hace 20 meses) no podía preverse. "De la lectura de la instrumentación instalada, se deducía el correcto funcionamiento de la estructura", dice el informe.

Cada vez parece más claro que el boquete de 60 metros que se abrió en los muros de la balsa minera de Aznalcóllar el 25 de abril de 1998 se gestó en el subsuelo del depósito de residuos mineros, que, tras su rotura, desparramó sobre el valle del Guadiamar (en el entorno de Doñana) 1,3 millones de metros cúbicos de agua ácida y 5,5 millones de metros cúbicos de lodos tóxicos. El último estudio, encargado por la Junta, coincide en este punto con los análisis de la empresa propietaria de las instalaciones, Boliden, y con la impresión sobre el terreno del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil.A falta del informe de los peritos judiciales, el Cedex (por encargo de la Junta) y Eptisa (consultoría contratada por Boliden) señalan que la rotura se produjo por un deslizamiento horizontal del subsuelo, que arrastró consigo un gran segmento del muro de la balsa, lo que provocó el boquete de 60 metros en el dique este. Ambos estudios situan ese deslizamiento a 14 metros de profundidad, en un sustrato arcilloso.

"No estoy aquí para decidir de quién es la responsabilidad, eso se decidirá en el juzgado", afirmó Gutiérrez. El consejero recordó que "en los primeros días" tras el desastre, "se habló de falta de vigilancia, de mala ejecución de la obra o incluso de seísmos o voladuras como causa de la rotura", motivos descartados con rotundidad por el estudio realizado por el organismo dependiente de Fomento.

Entre los 21 imputados en la instrucción del caso, que se sigue en el Juzgado número 2 de Sanlúcar la Mayor (Sevilla), figuran dos funcionarios de la Consejería de Industria (que tiene las competencias en la región sobre seguridad minera) y uno del Instituto Tecnológico Geominero (del Ministerio de Medio Ambiente). El resto pertenecen a Boliden y a Geocisa, la consultora contratada por la empresa canadiense-sueca para avalar el recrecimiento de la balsa y vigilar su estabilidad.

Los técnicos del Cedex estiman que la rotura de la balsa se produjo por "el particular efecto de las presiones, de magnitud no esperable", del agua del subsuelo sobre la formación arcillosa en la que se originó el deslizamiento. La presión era ejercida por el peso de la balsa minera, que como recordaba Boliden en su estudio apenas albergaba entonces 15 millones de metros cúbicos, cuando fue proyectada en 1978 por Intecsa (como Geocisa, filial de Dragados y Construcciones) para almacenar más del doble. La empresa sueco-canadiense compró las instalaciones (incluida la balsa siniestrada) en 1987.

"No se puede decir que la balsa se puso en mal sitio, porque, entonces, se hicieron los cálculos adecuados y correctos", matizó el consejero de Industria, una tesis que contradice los intentos de Boliden por desplazar la responsabilidad a Dragados. Los técnicos de Cedex concluyen que las formaciones geológicas (margas azules) que formaban el sustrato arcilloso que se deslizó eran impermeables, y no semi-permeables como se suponía, lo que multiplicó la presión. Pero aún así, consideran que los calculos realizados en 1978 se adaptaban a los coeficientes de seguridad aceptados por los científicos.

"Nunca se ha descrito un caso similar", indica el estudio, que afirma que la rotura de la presa de Aznalcóllar "marcará un hito tecnológico". Los técnicos del Cedex creen que tras el vertido, se deben aumentar los "coeficientes de seguridad" empleados en los proyectos de balsas que se apoyan sobre suelos arcillosos. En definitiva, que todos hicieron lo que tenían que hacer, y a pesar de eso, se produjo el desastre. "El hombre debe aprender de sus errores", sintetizó Gutiérrez.

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