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Las primeras tropas de élite rusas están a 200 metros de los rebeldes

El 15º Regimiento, famoso por la toma de Alján-Yurt (donde se produjo la matanza de 41 civiles), avanzó ayer unos pocos kilómetros en el interior de Grozni. "Espero que ésta sea nuestra última misión", dijo Andréi, uno de los jefes del batallón de exploradores mientras se oían los disparos de la artillería. La mañana estaba nublada, los aviones aún no habían despegado, y un grupo de soldados se dedicaba a arreglar su carro de combate, que se había averiado antes de llegar a la posición.

"La batería, kaput", exclama Iván, un soldado que sólo parece tener 18 años pero que asegura haber cumplido ya los 20. "Estoy [en Chechenia] desde septiembre, pero mi prueba de fuego fue Alján-Yurt", asegura con una sonrisa. Viene de Kostromá, zona central de la Rusia europea. De su camiseta sobresale una plaquita de latón con su identificación: VS SSSR, siglas rusas de las Fuerzas Armadas URSS. Cuando le pregunto que por qué todavía lleva las letras de la Unión Soviética, replica: "En Rusia todo es viejo". Tiene razón: gran parte de los carros de combate son puras antiguallas. Uno de los últimos reventados por una mina llevaba más de 20 años en servicio, según confesó un oficial; el último destino de ese blindado antes del Cáucaso fue Ulán-Udé, capital de Buriata, una república de tradición budista de la Federación Rusa. Muchos de esos carros han combatido en Afganistán. Tal vez eso explica la frecuencia de sus problemas mecánicos y que el temor de las tripulaciones no sean tanto los guerrilleros sino quedarse varados en medio de la ciudad.En la caravana que pasó ayer por la mañana por la carretera que une a la república de Ingushetia con la capital chechena, llamada Bakú-Rostov, había varios blindados que iban a remolque. No habían sido dañados en combate, sólo eran averías.

La carretera, cerca de Kulari, ha cambiado mucho en comparación con la guerra anterior: la alameda que crecía a ambos lados del camino ha sido agujereada. Cerca de esos claros se ve a gente, jóvenes y ancianos sobre todo con hachas en las manos, talando árboles para conseguir algo de leña. Aunque la zona está controlada por los rusos, todavía no se ha restablecido el servicio de gas, por lo que carecen de calefacción. Tampoco tiene electricidad ni agua potable. A medida que uno se aproxima a Grozni y la alameda vuelve ser un bosque tupido, los buscadores de fuentes de calor se multiplican.

A la entrada de la ciudad, donde estaba plantado un cartel escrito en grandes caracteres cirílicos en rojo ahora se puede leer otro que reza "Dzoxar" en letras latinas e igual de grandes y rojas. Es el nombre que le dieron los chechenos -Dzoxar Kalá, ciudad de Dzhojar- en homenaje a su primer presidente, Dzhojar Dudáyev, muerto por un misil cuando los rusos detectaron la ubicación de su teléfono móvil en 1995. También se puede ver lo que queda de lo que fue un luminoso que indicaba el estado de la carretera: tumán (niebla), gololiod (hielo), snegopad (nieve).

Los francotiradores

Chernorieche, un barrio al sur de Grozni donde las tropas rusas llegaron hace días, aún no se halla asegurado del todo; por eso estallan contínuos tiroteos. "El principal problema son los francotiradores chechenos. Se dedican a cazar todo lo que se mueve. Detectarlos es muy complicado: no disparan desde las ventanas, sino desde el interior de las habitaciones, por lo que ni siquiera podemos distinguir la chispa que se produce cuando sale la bala. Sólo por su trayectoria podemos hacernos una idea de desde dónde dispara el tirador", explica Andréi.

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Este oficial del batallón de exploradores del 15º Regimiento elogia la manera de luchar de los guerrilleros, pero está convencido de que se encuentran en serias dificultades. "Tienen pocas municiones", sostiene. "Lo comprobamos por casualidad, cuando se nos cayó una caja repleta desde lo alto de un blindado. Los chechenos trataron de cogerla. Los vimos y clik, clik; matamos a varios. ¿Si tuvieran suficientes municiones, acaso correrían semejante riesgo?", se pregunta.

En esta zona del sur de Grozni, las posiciones de los rusos y de los chechenos están, en algunos puntos, separadas por tan sólo 200 metros. "Ellos nos gritan ¡Alah akbar! [Alá es grande], y nosotros respondemos: ¡Cristo resucitó!", dice Andréi sonriendo. Algo más serio, agrega: "La verdad es que tienen unos puestos fortificados muy buenos, con un techo blindado de este porte", y muestra con el pulgar y el índice un grosor de unos 12 centímetros. "Ahí cae un proyectil y es como si nada", se lamenta.

Mientras conversamos, el cielo se ha ido despejando, la neblina ha desaparecido y comienza a brillar el sol. El estruendo de los diparos de la artillería pesada se hace cada vez más intenso y pronto comienza a escucharse también el vuelo de los aviones. "Hay que aprovechar el buen tiempo", murmura Alexandr, otro oficial ruso, apuntando al cielo.

Repliegue táctico

Movladí Udúgov, el principal portavoz checheno, admitió ayer que las tropas rusas habían avanzado en el barrio de Staroprómisli, pero explicó que los guerrilleros habían retrocedido dos kilómetros por razones tácticas, para evitar que los pudieran envolver por los flancos. "En cualquier caso, la ciudad aún se encuentra bajo control de las fuerzas armadas chechenas", dijo. Udugóv desmintió que los rusos hubieran destruido el cuartel general del presidente independentista Aslán Masjádov. "Las tropas federales no tienen idea de dónde está Masjádov. Sólo puedo decir que está en su puesto de trabajo y controla la situación".

El ministro de Defensa ruso, Ígor Serguéyev, por su parte, dijo que sus soldados estaban en algunos lugares a dos o cuatro kilómetros del centro de Grozni, aunque no especificó en qué barrios. El Kremlin insiste en que la caída de Grozni es inminente y la mayoría de los soldados con que habló este corresponsal espera celebrar la victoria en Nochevieja.

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