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Un informe confirma la pérdida de peso cultural de Barcelona frente a Madrid

Barcelona sigue perdiendo peso cultural frente a Madrid. La clase empresarial del sector cultural sigue la tendencia, apuntada ya en la década pasada, de trasladar sus inversiones a Madrid, relegando a Barcelona a una posición cada vez más manifiestamente subordinada. Ésta es una de las conclusiones a las que llega en el apartado dedicado a la cultura el Informe para la Cataluña del 2000, que ayer fue presentado por la Fundación Jaume Bofill y que analiza la evolución de la cultura en los últimos 10 años.

El Informe para la Cataluña del 2000 es un extenso volumen de casi 800 páginas, auspiciado por la Fundación Jaume Bofill y editado por Editorial Mediterrània, que analiza de forma exhaustiva la evolución experimentada en Cataluña durante la última década del siglo en cuatro ámbitos: sociedad, economía, política y cultura. Este último apartado, que ocupa 200 páginas del informe, fue presentado ayer en Barcelona por el director la fundación, Jordi Porta, y el coordinador del apartado cultural, el profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona Joan Manuel Tresserras."Hemos partido de una visión amplia de la cultura poniendo el acento en su perspectiva económica", explicó Tresserras, quien destacó como una de las principales conclusiones del informe "el precario papel que desempeña la clase económica a la hora de realizar inversiones culturales en Cataluña, excepto en el mundo editorial".

En las conclusiones, Tresserras apunta la nula existencia de industria musical y cinematográfica y la pérdida progresiva del papel preponderante del mundo publicitario. "La concentración en Madrid del poder político real, el poder financiero, los centros de decisión empresariales, los grandes medios de comunicación y los núcleos intelectuales determina un vínculo de subsidiariedad a escala española que no queda contrapesado por el ejercicio decidido de la capitalidad de una cultura catalana emergente".

Según Tresserras, "el peso perceptible de la acción liquidadora del franquismo" está en la base de los problemas que aquejan a la cultura en Cataluña, dividida "entre la cultureta resistente, que ha quedado revestida de un aura sagrada que la ha hecho intocable, y la cultura segregada por los medios del franquismo, aprovechada por un sector incómodo con la cultura catalana e interesado en reducirla a una cultureta provincial, con el fin de desmarcarse y justificar su continuidad en un marco propiciado por el franquismo".

La conclusión del informe destaca que la ausencia de una política definida en lo cultural y la crónica falta de recursos de las administraciones públicas han limitado un cambio de rumbo para la situación, que tampoco ha contado con una respuesta dinámica y de aprovechamiento de las empresas culturales privadas.

La proyección de Barcelona gracias a los Juegos Olímpicos de 1992 no ha sido aprovechada, a juicio de Tresserras, para nuevos proyectos. "Como promoción de marca funciona, pero no es suficiente porque las campañas institucionales carecen de una auténtica política cultural de fondo que las sustente".

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Pese a las perspectivas pesimistas, el informe señala como muy positivo el aumento del público en sectores como el teatral, propiciado por la televisión a través de los seriales y culebrones que han dado a conocer a actores y autores que el público ha seguido hasta el teatro, así como el aumento de las infraestructuras culturales. Y recomienda la necesidad de hacer en Cataluña una cultura para el mercado mundial como única vía para sobrevivir.

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