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El obispo de Dili intenta transmitir ilusión y optimismo

Las calles de Dili no están engalanadas como en años anteriores por Navidad. No hay luces, ni adornos navideños; sólo algunos belenes callejeros de cartón. Los timorenses no pueden ocultar su amargura por la salvaje destrucción de su territorio, pero confían en el futuro. El obispo católico de Dili y premio Nobel de la Paz en 1996, Carlos Ximenes Belo, reconoce que éstas "son unas navidades en medio de la tristeza y la destrucción, pero intentamos mantener la esperanza". Como responsable espiritual de los timorenses (más del 90% de ellos son católicos), el obispo de Dili sabe que su misión, en estas horas difíciles, consiste en transmitir ilusión y optimismo para al futuro.

El pasado jueves entregó millares de regalos, procedentes de instituciones de beneficiencia de medio mundo, a más de 800 niños de la capital. Todos salían con una caja de zapatos envuelta en papel de regalo. Allí encontraron caramelos, golosinas, una pelota de tenis y un pequeño muñeco de peluche.

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La misa de Nochebuena se celebró a las nueve de la noche (siete horas antes en la España peninsular) y no a medianoche por razones de seguridad, dada la afluencia prevista y la ausencia de transportes públicos.

El obispo transmitió a los fieles su plena confianza en el futuro y les pidió que regresaran a casa en paz. Centenares de personas abarrotaron los jardines de su residencia, donde este año se celebró la habitual Misa del Gallo, "más bien la misa de la gallina, en esta ocasión", bromeó Ximenes Belo.

El párroco de la catedral de Dili, el padre José António da Costa, reconoce también que "estas navidades, evidentemente, no se han celebrado con la alegría de otros años, pero la gente está rehaciendo su vida con entusiasmo, a pesar de los sufrimientos padecidos meses atrás. La afluencia de los timorenses a los actos religiosos ha sido extraordinariamente superior a la de otros años. Parece mentira que esta gente conserve esa fuerza y esa paciencia. Es un gran pueblo", dijo.

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