_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Juego posicional

Josep Ramoneda

Hay jugadores de fútbol que se gustan tanto que se olvidan del objetivo común del equipo. Ensimismados en el arte de regatear, acaban perdiendo la pelota entre la bronca del personal. A Convergència i Unió (CiU) le ocurre algo parecido. Por razones que habría que buscar en las profundidades de la psicopatología política -quizá la envidia del Estado-, sus dirigentes se gustan tanto haciendo tacticismo, conspirando, negociando, moviéndose en los pasillos, tocando poder en Madrid, que uno diría que han llegado a creerse que la política no es nada más que esto. Tan enamorados están de este juego que han hecho del tacticismo doctrina. Pactismo catalán lo llaman, en la forma castiza que dan a todo lo que tocan. De tanto negociar y pactar, hoy con el PP, mañana con el PSOE, y que siga la fiesta, a menudo cometen el error de creer que el medio es el fin. Cuando esto llega de modo nítido ante la opinión pública hacen el ridículo. Es lo que acaba de pasar con la tramitación de la Ley de Extranjería.CiU, una vez más, puso la mitificada estabilidad de su pacto de gobierno como valor superior, objetivo prioritario por encima de los contenidos de la ley. Y sacrificó las propuestas que el Congreso había aprobado por unanimidad, secundando al PP, súbitamente arrepentido de su propia osadía. La llamada Ley de Extranjería -el nombre revela la mentalidad con que se afronta el problema- trata uno de los temas más sensibles de las sociedades contemporáneas: el fin de las fronteras nacionales, la permeabilización demográfica en un mundo en el que las distancias geográficas se acortan y las desigualdades sociales crecen. Estas realidades chocan con la enraizada tendencia del hombre a buscar amparo en el ámbito de lo culturalmente próximo y a rechazar al Otro -especialmente, al débil- como chivo expiatorio de todos los males que nos acechan. El poder tiende a responder en clave policial: controlar el número de los que entran y reforzar fronteras. Pero unos gobernantes democráticos deberían razonar en positivo, porque el criterio de rechazo que preside la ley no deja de ser una contribución a la construcción del chivo expiatorio. Y deberían tener la capacidad de liderazgo para colaborar en la asunción por parte de la sociedad de una realidad imparable. Toda ley debería ser más importante por su contenido que por las componendas de trastienda. Pero ésta, más todavía.

CiU renunció a una primera redacción, que había considerado óptima, en servil atención a las exigencias del Gobierno que apoya. Y siguió al PP en el dudoso ejercicio de tumbar en el Senado una ley que él mismo había apoyado en el Congreso. Después, el Gobierno ha sido incapaz de conseguir los votos necesarios para consolidar la maniobra y CiU ha dado marcha atrás. Los contenidos son lo de menos, lo importante es la composición de la foto. Los nacionalistas catalanes no quieren un retrato de perdedores con el PP.

Desventuras como ésta, además de dejar en mal lugar a quienes las protagonizan, son contribuciones eficacísimas al descrédito de la política. Estos profesionales del tacticismo ponen cara de sorpresa cuando se les habla de la desafección de los ciudadanos. La única sorpresa es que ésta no sea mayor. Cuando se habla de recuperar la política se habla precisamente de devolver el sentido a los debates. Y de no convertir temas tan importantes como la Ley de Extranjería en un bochornoso ejercicio de maniobras procedimentales y oscuras negociaciones. El prestigio de la política pasa por acabar con las coartadas. Por ejemplo, la estabilidad. Ninguna estabilidad política está amenazada por que la Ley de Extranjería no sea como el Gobierno quiere.

Dice Samuel P. Huntington que el conservadurismo es una ideología posicional. En este sentido, CiU es la esencia del conservadurismo. La posición es lo que importa. Esta vez la ineptitud del Gobierno les ha dejado con el agua hasta el cuello. Y para no ahogarse recurren al salto mortal: una variedad ideológica que consiste en argumentar una cosa y su contraria con perfecta impunidad. Cuando CiU cerró el acuerdo con el PP en el Senado dijo que había alcanzado "todos, absolutamente todos, sus objetivos". Ahora resulta que, ante la soledad posicional, renuncian a lo pactado con el PP. ¿En qué quedamos? Esta vez el juego posicional ha acabado en flagrante fuera de juego.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_