Los equipos que atienden a toxicómanos alertan sobre la mala calidad de la heroína
Menos heroína a la venta, más cara y con peores cortes, es decir, más adulterada. Ése es el panorama que se encuentran desde hace una semana los toxicómanos que acuden a los poblados marginales vallecanos de La Rosilla, La Celsa y Las Barranquillas a adquirir heroína a los traficantes que allí viven. En los centros de emergencia para drogodependientes de La Rosilla, La Rosaleda (Moncloa) y Fúcar (Centro) ha cundido la preocupación porque les están llegando numerosos drogodependientes con síndromes de abstinencia y en pésimo estado físico y psíquico.
Estos días, la heroína que consiguen los toxicómanos es escasa y peor que de costumbre, con lo que apenas les hace efecto y recurren a atiborrarse de tranquilizantes, alcohol y cocaína para conseguir el subidón. Estas mezclas explosivas de sustancias aumentan las posibilidades de sufrir paradas respiratorias y convulsiones, según explican los sanitarios que les atienden.También se incrementa el riesgo de sobredosis porque, acostumbrados esta semana a una droga adulterada, si en breve consiguen otra de mayor calidad es fácil que se les vaya la mano con la cantidad a consumir.
Según explican en estos servicios de atención, todas las navidades, una época de mayor demanda de estupefacientes por la proliferación de fiestas y celebraciones, se produce una cierta sequía en la venta de heroína seguida de una subida espectacular en los precios de las papelinas. Pero este año el fenómeno se ha producido antes de lo habitual y con especial virulencia.
Si en Las Barranquillas o en La Rosilla una micra de heroína (la décima parte de un gramo) cuesta 400 o 500 pesetas, en esta semana los precios han llegado a las 1.000 pesetas. Y encima, de peor calidad, es decir, más mezclada con otras sustancias, como la ciclofalina o el piracetán, más baratas para el traficante pero que no quitan el mono.
Pedro Ortega, coordinador de Universida, una ONG que acude a los poblados marginales cada día a facilitar jeringuillas nuevas a los toxicómanos, está alarmado. "Los chicos están hechos polvo porque no consiguen heroína y la que les venden parece petróleo de lo mala que es y encima carísima", afirma este trabajador social que hace diez años fue toxicómano y que ahora ayuda a otros drogodependientes.
"Personas que nunca han querido saber nada de los programas de metadona nos están diciendo que quieren entrar en ellos", añade Ortega. "Y es que no encuentran nada en los poblados vallecanos, ni siquiera en los de la zona norte; sólo alguno consigue algo en los guetos africanos de Pacífico", concluye.
Rosa Bravo, coordinadora médica del centro de emergencia de La Rosilla, admite estar "muy preocupada". "En esta última semana, los usuarios del centro vienen enmonados, más agresivos, con fiebre y en peor estado físico. La mayoría tiene ya calculada su dosis. Andan descontrolados y mezclan de todo porque lo que les venden no les sirve y eso es muy peligroso", añade.
"En los poblados de La Rosilla y La Celsa, como están desmantelándolos, cada vez quedan menos traficantes, por lo que no es rara cierta carestía; pero lo que no se entiende es lo de Las Barranquillas, que se encuentra en pleno apogeo", matiza Bravo.
Alfonso Gil, médico coordinador del centro de emergencia de La Rosaleda, en Moncloa, relata una situación similar. "Todas las navidades se vende menos heroína en los poblados y sube el precio. Es una época en que aumenta la demanda, porque incluso personas que no son drogodependientes habituales se dan lo que ellos llaman un homenaje y los traficantes aprovechan para guardar la mercancía buena para venderla más cara", añade. Sara, dedicada hace años a la atención de toxicómanos y que coincide en que todas las navidades se produce una carestía de heroína. "Pero lo de este año hacía mucho que no lo veíamos, vienen destrozados, con un mono terrible".
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