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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El caso de Luther King

EN ABRIL de 1968 caía asesinado, por las balas de un ejecutor tan anónimo que bien pudo ser contratado, Martin Luther King, el líder negro que probablemente hizo más por la integración de los de su raza en la sociedad norteamericana. Esta semana, un jurado popular en EEUU descartaba que el asesino, James Earl Ray, pudiera haber actuado solo, abonando la teoría de que tras él debió haber una siniestra trama.El jurado de seis blancos y seis negros no podía determinar culpables, lo que habría correspondido a una acusación fruto de una investigación policial. El abogado William Pepper, que representaba curiosamente tanto a los deudos del asesino como a la familia del asesinado, ha ido, sin embargo, mucho más lejos al acusar a la Mafia y al Gobierno federal de implicación en el caso. Según Pepper, la oposición de King a la guerra de Vietnam se había hecho tan molesta que alguien había dicho basta.

El pastor protestante Martín Luther King, como Bobby y John Kennedy, todos ellos asesinados en mal esclarecidas circunstancias en los años sesenta, es ya un icono de la historia norteamericana. Y, por ello, su memoria sigue siendo, 30 años después, un campo de batalla. En los últimos tiempos se ha tratado de desacreditar la memoria de King recordando su por otra parte conocida afición a las faldas. Pero nada de eso ha impedido que muchos de sus compatriotas de la década de los sesenta, que creyeron que era posible cambiar el mundo, puedan seguir aún hoy atesorando el recuerdo del líder como quien defiende un patrimonio histórico.

Casi con toda seguridad, nunca podrá establecerse quiénes ordenaron el asesinato de King, si es que no fue sólo obra de un pistolero loco, pero no es tan difícil saber por qué: porque no aceptaba la América que veía a su alrededor y pretendía cambiarla. Parte de ese cambio se ha producido ya con la progresiva integración de la minoría negra al vasto quehacer nacional norteamericano.

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