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El sureste de Europa: de la gestión de crisis a la integración

Las tropas de la OTAN están en Kosovo desde hace más de cinco meses y el fin de la misión no es previsible. Al contrario: la OTAN planea aumentar su contingente tras comprender que la supresión de las atrocidades serbias y el desarme del UCK no significan aún una paz para el Kosovo. El odio entre los pueblos de la agitada provincia está profundamente arraigado, Milosevic continúa gobernando en Belgrado y una estabilización de las condiciones de vida en paz y autodeterminación depende en Kosovo de las tropas extranjeras, que convierten la provincia, en la práctica, en un protectorado de la OTAN.Sin embargo, este estado no está declarado oficialmente y tampoco está claro cómo debe continuar a largo plazo. El anuncio del Pacto de Estabilidad para el Sureste de Europa está lejos de significar su puesta en práctica. De entrada parece que la confusa coordinación y los problemas de competencias están antes de que pueda lograrse una estabilización civil en Kosovo y una estabilidad en todo el sureste de Europa.

Es cierto que hay que tener paciencia para conseguir la pacificación de esta zona, que, junto con el Cáucaso, está entre las más agitadas de Europa. Las diferencias que se han ido produciendo durante siglos y el odio, que ha aumentado durante meses, no pueden ser superados mediante disposiciones externas o con el voluntarismo de declaraciones políticas. La falta de claridad afecta al menos a tres elementos fundamentales, que hacen imposible de momento la puesta en práctica del Pacto de Estabilidad para Europa del Sur.

-Serbia continúa sin ser una democracia, Milosevic se mantiene en el poder.

-La situación definitiva de Kosovo no se ha aclarado y a la larga resulta difícil conseguir una estabilidad para toda la región con un protectorado en Kosovo.

-Esto es válido para Bosnia-Herzegovina, que desde la firma del acuerdo de Dayton ha evolucionado desde el protectorado al semiprotectorado.

Con todo, no existe ninguna alternativa al Pacto de Estabilidad para el Sureste de Europa. Éste debe hacerse realidad enseguida. Europa en su integridad no puede desarrollarse mientras no se consiga pasar de una estrategia de gestión de crisis a una estrategia de integración. Este proceso necesitará tiempo y se debe realizar en una relación coherente con todos los procesos de integración en marcha en la actualidad, con los que la Unión Europea ha contraído compromisos. Albania no ingresará en la UE antes que Polonia. La UE debe realizar su concepción de conjunto de forma coherente, y esto, entre otras cosas, significa:

-La creación de estructuras civiles capaces de sostenerse por sí mismas es la máxima prioridad para Kosovo (y para Bosnia-Herzegovina).

-Serbia debe sacudirse el régimen de Milosevic si quiere adquirir una perspectiva de integración europea. Si no lo hace, la política de la Unión Europea en relación al sureste de Europa carecerá de consistencia.

-El sureste de Europa debe ser una zona regional de libre comercio, para superar la estrechez de sus mercados e incrementar el potencial de desarrollo económico regional.

-Rumania y Bulgaria, que ya están reconocidas como candidatas a la UE, deben ser apoyadas en el mismo contexto que los otros países candidatos; es decir, en la cumbre de la UE que se celebra en diciembre en Helsinki debe decidirse el comienzo de las negociaciones de ingreso con ellas.

-A Croacia y Macedonia, al igual que a Albania y a Bosnia-Herzegovina, se les debe hacer simultáneamente la oferta de un tratado de asociación con la UE; esta oferta debe ser también válida para Serbia, en caso de que ésta se democratice.

Éstos son sólo algunos elementos apenas esbozados de una estrategia gradual que lleva de una gestión de crisis a la integración para el sureste de Europa. Dentro de tal perspectiva se inscribe, de forma indirecta, el reconocimiento de Turquía como país candidato de la UE en la cumbre de Helsinki. Tras la retirada del Imperio Otomano de los Balcanes ha surgido allí un vacío de estabilidad que sólo se podrá superar cuando Turquía, en tanto que potencia europea, encuentre un lugar estable en las estructuras europeas. Turquía puede favorecer su destino europeo mediante una buena contribución a la estabilidad del sureste de Europa. Esto dará un empuje positivo a la europeización interior del país, al fortalecimiento de los valores europeos de la democracia y al Estado de derecho.

Al final del siglo XX, Europa se ha convertido en la mayor tarea del sureste de Europa. Esta zona es el territorio donde se pone a prueba si la integración europea es sólo el privilegio de una parte del continente o si se logra también integrar paso a paso una realidad, que a muchos les resulta desagradable, molesta e inquietante, en el proceso de mayor éxito de la historia de Europa

Ludger Kühnhard es director del Centro de Investigación sobre la Integración Europea (ZEI) en Bonn.

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