Adopción
Desde hace casi cuatro años iniciamos un expediente de adopción internacional. Después de distintas reuniones en la Comunidad de Madrid nos decidimos por Brasil, y a partir de ese momento comenzó una larga aventura para conseguir reunir toda la documentación necesaria y que este país solicitaba.Una vez terminada nos dirigimos a una de las entidades de adopción internacional que en estos momentos gestionan, por delegación de la Comunidad de Madrid, los expedientes en cada país, en este caso ADDIA, y a partir de ahí se inició un largo periodo que todavía no ha finalizado, pues, aunque nuestro expediente está aprobado, nos encontramos en lista de espera desde agosto de 1998, ya que, como sucede en todos los países, es mayor el número de solicitudes que el de niños disponibles. Todo esto viene como explicación para mostrar mi indignación y la confirmación de que en nuestro país, y por supuesto fuera, el dinero y la fama lo compran todo y que los españoles no somos todos iguales ante la ley.
Hace días hemos podido ver que a Rocío Jurado, conocida "estrella", y a su famoso marido les han concedido la adopción de dos niños colombianos. ¿Desde cuándo llevan esperando? ¿Han tenido que pasar por todos los exámenes, pruebas y certificados que el resto hemos tenido que "sufrir" por parte de asistentes sociales, psicologos, etcétera?, ¿por qué si superan con mucho los 50 años se les dan dos hermanos con menos de 10 años, cuando he visto casos de parejas con 45 que les han concedido una niña de 12 e incluso, en mi caso, nunca se me entregará un menor con una edad inferior a los tres años (tengo en estos momentos 39, y cuando inicié los trámites, 37).
Todos estos hechos, así como la publicidad que se está dando al caso, asegurando en algunas revistas que en Colombia no existen listas de espera, cuando pueden tardar hasta dos años desde que el expediente está aprobado, contribuye a desesperar más a los que sufrimos una espera que de momento no tiene final, y sobre todo, a confirmar nuestra idea de que las instituciones no tratan a todos por igual.
Además de tener que ver cómo se negocia con ello en las revistas, ¿dónde queda la discreción y el anonimato que debe regir en toda adopción y el derecho de los niños a conocer su origen de la manera más privada y adecuada a su edad que sea posible?- . .
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