Vieri da la vuelta al discurso
El fútbol siempre ha funcionado como un excelente terreno para la especulación. Fanáticas especulaciones sobre la calidad de tal o cual jugador, dirimidas por los aficionados en torno a un café o una cerveza. Así ha ocurrido hasta bien poco, hasta el momento en que el fútbol se ha convertido en el impresionante escenario para la especulación de verdad. O sea, para grandes aventuras de carácter económico apenas sostenidas por conceptos tan difusos como potencial o talento. Aquello que los hinchas discuten a título gratuito, los grandes clubes lo hacen con miles de millones sobre la mesa. No hace mucho, los riesgos que corrían eran limitados. Se podía fichar a un posible gran jugador sin poner en peligro aspectos muy importantes para la estabilidad económica de un club. Pero en los tiempos de los fabulosos ingresos televisivos, la inflación en los fichajes ha alcanzado tal magnitud que se pueden pagar cuatro mil o cinco mil millones de pesetas por jugadores de 20 años. De eso se trata cuando se habla de Anelka, Denilson o Ronaldo. Ninguno de los tres ha sido ajeno a las tensiones que se abaten sobre unos futbolistas tan jóvenes. Es cierto que cada uno de los tres casos ofrece perfiles diferentes. Ronaldo era un jugador que pasó la prueba del algodón en el Barcelona. Llegó a una gran equipo y triunfó. Lo consiguió con tanta rapidez que se dispararon todos los mecanismos avariciosos del fútbol. Entraron en juego intermediaros, presidentes, compañías multinacionales y unos cuantos personajes laterales que no dudaron en llevarse la parte del botín que significaba Ronaldo.Consagrado, pero muy joven, a Ronaldo le falló antes el equilibrio mental que el físico. El célebre episodio de la final de la Copa del Mundo -Ronaldo la jugó en una estado dramático- puede entenderse perfectamente como un mecanismo de rechazo a las tremendas presiones que sufría. En el caso de Anelka, estamos ante un jugador igual de joven, menos contrastado y también expuesto al peso de su celebridad, obtenida a través del cheque por valor de 5.600 millones de pesetas que el Real Madrid pagó al Arsenal. El Madrid especuló, arriesgó y ahora se teme lo peor: Anelka no arranca y es un problema de grandes dimensiones.
Algo parecido sucede con Denilson, sólo protegido por la menor exposición pública del Betis. Pero su reacción también ha sido la de un jugador oprimido por las enormes expectativas que generó su traspaso. Ya no se trata de jugar bien, sino de ponerse a la altura de unas cifras colosales. Sólo Vieri parece ajeno a este mecanismo diabólico. Lo hace a través del discurso contrario. Ningún club especula con él. Él especula con los clubes. Cada año, Vieri toma el dinero y corre. Sin otra presión que avistar y cazar su próxima pieza. Un profesional sin concesiones a los sentimientos.
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