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Gitanos y gitanos IGNASI RIERA

Me llamó un alto cargo de la Administración para preguntarme si asistiría a la toma de posesión de los nuevos diputados electos del Parlamento catalán. Le dije que me era imposible porque el evento coincidía con unas jornadas sobre cultura gitana en las que quería participar. El tal alto cargo pretendió regalar mis ocios con un presunto chiste: "En ambas hipótesis, estarías entre gitanos". La broma me pareció tan estúpida que le pedí que me aclarara el sentido de la misma. Y el alto cargo enrojeció. Le recordé que cuando el muy honorable Jordi Pujol quiso reñir a los empresarios del sector hotelero catalán, porque cobraban cantidades abusivas, llamándoles "gitanos", aquella misma noche tuvo que rectificar y al día siguiente pidió perdón a los representantes de las entidades gitanas de Cataluña.El tal alto cargo, al que de momento no le ha cambiado ni panorama ni destino, me hizo prometer que no revelaría su nombre, si en alguna ocasión contaba el presunto "chiste". He sido fiel a la palabra dada. Pero teniendo en cuenta que el tal alto funcionario me continúa llamando, días festivos incluidos, para recordarme el pacto entre caballeros, he llegado a pensar que al pobre le interesa mucho la cultura gitana. De lo cual me alegro. Y le dedico las líneas que siguen.

En el debate sobre la Ley de Extranjería, que demuestra el contrasentido -o el exceso de sentido- del apoyo de CiU a la gobernabilidad del PP, alguien ha aludido a los "gitanos": he respondido con rabia que gitanas y gitanos comparten ciudadanía y nacionalidad con el resto de nacidos en Cataluña y en España. Y que mientras un extranjero extracomunitario no puede votar, ni siquiera en las elecciones locales, una gitana o gitano podría ser mi presidente, mi alcalde, mi conseller o mi ministro. Sin embargo, en todos los informes sobre las violaciones de derechos humanos, en la España gobernada por CiU-PP, o en la Cataluña gobernada por PP-CiU, al pueblo gitano le corresponde medalla de oro en el podio de perseguidos. Y el pueblo gitano tiene conocimiento de que ello sucede así desde hace más de 500 años, sin que las buenas conciencias hagan nada para evitarlo. Más aún, en la reciente guerra de Kosovo, ¿somos conscientes de que los perdedores en todas las fases de la guerra han sido los gitanos, como lo fueron bajo el mandato de Adolf Hitler, en la Alemania nazi? ¿Quién ha elaborado un documento solemne para decir que un Estado democrático tiene la obligación de pedir perdón por la marginación crónica que ha ejercido contra el pueblo gitano?

El informe del honorable Frederic Rahola -al que seguimos añorando in memoriam- como síndic de greuges al Parlamento catalán, de 1989, dedica un apartado importante a la marginación en Cataluña. Es, seguramente, el documento más lúcido publicado hasta ahora sobre el paraíso pujolista realizado con dinero público. Entre los grupos a los que afecta la marginación, Rahola citaba a gitanos, extranjeros extracomunitarios, viejos y niños, drogodependientes, infectados por el VIH-Sida y el colectivo de personas con discapacidades psíquicas o físicas.

Sobre el colectivo gitano, el síndic aludía al analfabetismo real, las persecuciones cotidianas, la discriminación a la hora de querer resolver el derecho a una vivienda, la negativa social a aceptar los valores de la concepción gitana de la familia, la especial situación de los gitanos y de las gitanas en los centros penitenciarios, las trabas burocráticas para que los gitanos puedan sobrevivir mediante el ejercicio de ocupaciones ya tradicionales, como la venta ambulante, etcétera.

Denuncié en el Parlament que una discoteca de Badalona impidió el acceso a un joven gitano, acompañado de una compañera que no pertenecía a su etnia. La discoteca no ha sido ni cerrada ni siquiera sancionada. Pasé por todas las instancias administrativas. Como mi alto cargo de la Administración, me respondían: "En definitiva, Riera, sólo se trata de un gitano".

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