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Escarbar hondo para ser universal

Carmen Morán Breña

Lola González Gil, catedrática de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Sevilla, se acercó un día a un colegio para estudiar qué mecanismos psicolingüísticos se activan en las mentes infantiles ante lo que se llama habla andaluza. González escribe en la pizarra la palabra Cenicienta y deja muy claro que así se escribe y no hay más que hablar: con dos ces. Luego les invita a que lo lean y cada escolar lo va pronunciando a su manera: unos Cenisienta, otros Senisienta... Les pregunta después qué han aprendido con la lección. Uno de ellos confiesa estar confundido, pero otro señala, clarificador, a la clase: "Pues que se escribe como ella ha dicho; pero se puede decir como nos dé la gana". Y de repente surge una vocecilla al fondo de la clase: "Si, ya, pues tú di Henihienta, a ver si te deja".

Lola González defiende que hay una identidad propia, una autonomía cultural y social y hasta un paisaje singular, elementos todos que vienen acompañados, sin duda, por un habla cómun andaluza diferenciada aunque no definida. Todavía.

González acaba de publicar un libro titulado La consciencia metalingüística. Teoría, desarrollo e instrumentos de medición. Es un estudio científico, que ha costado 10 años de investigación, sobre tres aspectos del lenguaje: el conocimiento de la lengua, la consciencia lingüística y la conciencia lingüística. Otros dos autores, María Antonietta Pinto y Renzo Titone, han trabajado en este libro.

El primer aspecto trata, sin más, de lo que saben los hablantes de la lengua que usan como sistema: "lo que se enseña en las escuelas". Es en el segundo y en el tercer aspecto del estudio donde pueden detectarse las peculiaridades del habla andaluza. La consciencia lingüística se resume en "qué sabe el hablante sobre su propio comportamiento lingüístico". "Sobrevolar la lengua y convertirla en objeto del comportamiento, reflexionar sobre ella", precisa la catedrática.

Y eso lo hacen, explica González, tanto los hablantes instruidos como los que no han recibido una educación reglada. González ha comprobado que existe esa consciencia desde los cuatro años, "en contra de lo que se pensaba, que afloraba tarde".

Las leyes han cambiado. Ya hay decretos que recogen la diversidad que debe darse en las aulas, la diversidad al enseñar y al aprender. "Ahí es donde tienen que aflorar las diferencias entre las zonas y las regiones, para que el discurso del alumno sea el referente de la tarea didáctica, como recogen los decretos de enseñanza". Pero eso, dice, no se está haciendo, porque los profesores no tienen unas normas claras que aplicar a la diversidad lingüística del alumnado.

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De no hacerse así, las personas que han aprendido el lenguaje sólo desde la modalidad "estándar tradicional", sin atender a las diferencias dialectales, caen en la confusión. Los andaluces deben saber de esta doble modalidad, "la estándar y la dialectal", para ser dueños de su lenguaje y elegir libremente cómo quieren hablar. González demuestra, además, que los andaluces cuando aprenden con este doble sistema, ponen en marcha un mecanismo sociolingüístico análogo al que desarrollan los niños bilingües. "Y un niño educado así tiene una flexibilidad mental, una autoestima y un cociente de inteligencia superior. Deben tener claro cuándo hablan en dialecto y cuándo en estándar para no caer en la confusión".

El tercer aspecto del estudio trata la conciencia lingüística, "que se ha analizado como la lealtad de los hablantes hacia su habla". O lo que es lo mismo, cómo se expresa un andaluz en Madrid. Y cómo lo hace si cuenta un chiste o si pronuncia una conferencia. En el primer caso puede "sacar pecho y valorar el habla de su comunidad, y en el segundo puede recurrir a un habla castellana porque se acompleja". A pesar de que todos dicen sentirse orgullosos de sus rasgos lingüísticos diferentes.

Pero claro, algunas normas hay que establecer y la autora del libro cree que efectivamente, el andaluz tiene unas diferencias propias y comunes para todo el territorio aunque no se hayan definido. Ella apunta una, para empezar. Cree que el habla andaluza destila temperamento, creatividad, belleza, humanismo, barroquismo, y que es, en definitiva, un concentrado poético, fruto, entre otros elementos, del crisol de culturas que ha formado la región.

González definde su idea desdes una postura alejada de nacionalismos. Cree que llegar hasta la raíz es una forma de ser universales.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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