Una navaja acabó con el sueño de Rolando
El dominicano asesinado hace 8 días llegó a Madrid en busca de una vida mejor y murió sin conocer a su hijo
"Un beso a la negra y no le den trabajo al niño". Ésas fueron las últimas palabras de Rolando López Frías antes de expirar en el coche que le trasladaba a un hospital de Madrid tras ser apuñalado por defender a su hermana. A su lado, Rosalba escuchaba, llorosa y desesperada, el mensaje. A su hermano, la vida se le escapaba por la herida que le había abierto en el corazón el hombre al que se enfrentó por acosarla en un bar. Y ella se sentía culpable de la desgracia. Y era tal su conmoción que no le dolían los golpes que había recibido durante la trifulca. Aquella maldita copa en un bar cercano a la casa familiar le había costado a ella una paliza... y a su hermano la vida.Rolando tenía 21 años y llevaba 13 meses en Madrid. Sus hermanas mayores, Carmen y Rosalba, no pararon hasta convencerle de que dejara la República Dominicana y se uniera a ellas en su aventura española. Los tres nacieron en La Cabrera, un pueblo de 1.000 almas donde familias como la suya trabajan en el campo. Rolando, desde niño, se ganó la vida cultivando yuca y plátano macho. Carmen y Rosalba, también. Hasta que oyeron que en España la vida era más fácil y decidieron probar fortuna. Un par de años después su hermano menor se les unió. Los tres se instalaron en un piso del número 397 de la calle de Alcalá, una vivienda pequeña con un alquiler bajo que a pesar de todo costó pagar algunos meses. Por eso la casa no tuvo más remedio que estirarse y dar entrada a otros parientes y amigos que ayudaban a afrontar los gastos.
Rolando nunca tuvo un trabajo fijo. La vida en España no le resultó tan fácil como le prometieron y más de una vez pensó en volver a La Cabrera. Pero entonces se cruzó en su camino Verónica.
Verónica, como Rolando, había dejado Santo Domingo con la ilusión de emprender una nueva vida. Ella sí encontró una ocupación, pero enseguida descubrió que estaba embarazada del chico al que acababa de conocer. Cuando Rolando supo que iba a ser padre, la quitó de trabajar como empleada de hogar para que sólo pensara en el bebé que iban a tener.
Ronaldo, cada mañana, buscaba la manera de llevar algún dinero a su compañera. Unos días hacía de albañil, otros descargaba camiones... Cualquier chapuza valía. Además, siempre contaba con Carmen y Rosalba, dispuestas a echarle una mano, y con su sobrino Roberto, casi otro hermano para él. Los tres acompañan ahora a Verónica y aguardan la llegada del hijo de Ronaldo, que nacerá en menos de un mes.
Sentados en un sofá tan desgastado que apenas se adivina qué color tuvo en su mejores tiempos, la familia recuerda lo que sucedió la noche del 20 de noviembre. "Llevábamos en casa casi todo el día y a Rolando se le ocurrió salir a dar una vuelta. Entonces le dijo a Rosalba: "Vente a tomar una cerveza". Así que los dos hermanos se marcharon calle abajo hasta la cervecería La Rubia y la Negra, situado en la calle del Río Ulla, a tan sólo unos 200 metros de su piso.
El bar estaba, como todos los sábados, hasta los topes. Sus clientes, desde hace tiempo, en su gran mayoría son ecuatorianos y dominicanos. Enfrente hay dos locutorios muy frecuentados a última hora del día por la reducción de tarifas, y junto a ellos se suele instalar un pequeño mercadillo de productos típicos de los dos países. Esa noche, como tantas otras, La Rubia y la Negra ofrecía copas a 20 duros y la barra no paraba de servir consumiciones.
Rolando se paró a saludar a un conocido mientras a su hermana se le acercaron unos hombres. "Le invitaron a tomar una copa", relata Roberto, "pero a los pocos minutos intentaron propasarse con ella. Le tocaron el culo.... estaban muy borrachos. Rolando, al darse cuenta de lo que estaba pasando, se encaró con ellos, y cuando les dio la espalda le asestaron una puñalada que le atravesó el corazón. Allí comenzó a morirse".
El jueves pasado, el Grupo de Homicidios de la Brigada Judicial detuvo al supuesto homicida, Juan Raúl Rojas Macías, un ecuatoriano de 21 años, que ante la policía se confesó autor del crimen, aunque aseguró haber actuado en defensa propia. Juan Raúl llegó hace un mes a Madrid para buscar, como Rolando, una vida mejor. La casa del agresor, donde fue detenido, se encuentra a 50 metros de la vivienda de su víctima
El cadáver de Rolando llegó el miércoles a Santo Domingo. "Era un buen chaval. Un crío de 100 kilos, tímido y muy tranquilo; para él, su familia lo era todo. No podía vivir sin sus hermanas, por eso no dudó en salir a defender a Rosalba", cuenta desde La Cabrera María Cruz López, su madre. "Rolando sabía que se moría. Por eso, camino del hospital mandó un beso a su mujer y pidió que cuidáramos de su hijo. Todos intentaremos que el niño cumpla el sueño de su padre", añadió.
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