El Kremlin anuncia que Borís Yeltsin sufre una "infección viral con bronquitis aguda"
El abultado historial médico de Borís Yeltsin engordó ayer con una "infección viral con bronquitis aguda", según anunció Dimitri Yakushkin, portavoz del presidente ruso. La consecuencia inmediata de esta recaída ha sido el aplazamiento de la visita que hoy iba a efectuar a la capital de Rusia el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, con objeto de firmar el tratado de unión entre los dos países eslavos de la antigua URSS. Pasa así a primer plano el jefe de Gobierno y delfín de Yeltsin, Vladímir Putin, cuyas posibilidades de sucederle se han disparado en los 102 días que lleva en el cargo, al capitalizar la aparente buena marcha de las operaciones militares en el Cáucaso norte.
En plena guerra de Chechenia, y a cuatro semanas de las elecciones legislativas, Yeltsin, sin ceder el bastón de mando, se retira temporalmente a una de sus residencias campestres de los alrededores de Moscú. Al parecer, se sintió mal durante una reunión con el primer ministro, Vladímir Putin, y destacados miembros del Gobierno para discutir la situación en Chechenia y el tratado con Bielorrusia. Del Kremlin se dirigió al Hospital Central Clínico y, tras un reconocimiento minucioso y algunos análisis, se trasladó a Gorki 9 para seguir allí el tratamiento prescrito y deja al primer ministro, Putin, en primera línea.El miércoles, en una intervención ante la Duma (Cámara baja del Parlamento), el ex jefe de espías intentó demostrar que no es sólo el "primer ministro de la guerra", sino que también le corresponde buena parte del mérito por la favorable evolución de la situación económica. Al abrigo del aumento de ingresos por la subida espectacular del precio del petróleo, y de la mejora de la competitividad de las empresas rusas provocada por un rublo barato, Putin aseguró que la inflación se está conteniendo y que el país ha vuelto a la senda del crecimiento y puede aumentar paulatinamente el nivel de vida de la población. No obstante, admitió que para alcanzar un nivel de desarrollo similar al de España o Portugal (países a los que calificó como "de perfil bajo" en Europa) sería necesario un crecimiento sostenido del 8% durante 15 años.
Yeltsin está pagando, probablemente, el exceso que para su debilitada salud supuso el viaje que efectuó la semana pasada a Estambul para participar en la cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Allí, los líderes occidentales e incluso de las antiguas repúblicas de la URSS le sacaron los colores (aunque escasas concesiones) por la guerra de Chechenia.
En la metrópoli turca, el líder del Kremlin mostró uno de esos ya raros periodos de energía y lucidez que han precedido a algunas de sus enfermedades más graves.
En menos de cuatro años, Borís Yeltsin se ha sometido a una operación a vida o muerte en la que se le implantaron cinco puentes cardiacos, y ha sufrido al menos dos neumonías, una úlcera sangrante y varias infecciones respiratorias agudas, resfriados y gripes. Todo apunta a que su cuerpo es una farmacia ambulante y que sólo a golpe de medicamentos mantiene a raya una salud precaria que choca con una voluntad de hierro. Los rumores le atribuyen incluso arteriosclerosis y la enfermedad de Alzheimer.
Todo el poder
a última vez que Yeltsin ingresó en el hospital fue el 9 de octubre, supuestamente aquejado de una gripe acompañada de fiebre, pero sólo permaneció internado dos días. Desde entonces, sus comparecencias públicas han sido muy escasas. Pese a todo, sigue siendo la máxima, y casi única, referencia del poder en Rusia.Putin, hace poco más de tres meses, no era nada. Yeltsin le sacó de la segunda línea para convertirle en el dirigente más popular de Rusia. También puede devolverle a donde estaba (por celos o cualquier otro motivo), igual que se deshizo en menos de año y medio de Víktor Chernomirdin, Serguéi Kiriyenko, Yevgueni Primakov y Serguéi Stepashin, sus anteriores primeros ministros.
La salida temporal de escena de Yeltsin se ha recibido esta vez con gran tranquilidad. La Bolsa no se inmutó y las reacciones de la clase política fueron mínimas. La guerra en Chechenia y la campaña electoral siguieron a su ritmo.
La Comisión Electoral Central, tras un mes de controversia y lucha judicial, retiró de la lista de candidaturas a los neonazis de Spas, que dirige Alexandr Barkashov. En total, 28 partidos o coaliciones concurrirán a las elecciones del 19 de diciembre.
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