La escena estudiantil
El teatro universitario ya no tiene la carga y simbología política que lo caracterizaba en las dos últimas décadas del franquismo, cuando se constituyó en un espacio de libertad y de entrada de las nuevas dramaturgias, al tiempo que se configura en el instrumento adecuado para romper la mano profesionales como, por ejemplo, los valencianos Antonio Díaz Zamora, José Sanchis Sinisterra o José María Morera. Los tiempos han cambiado y el teatro universitario ocupa ahora otro espacio, como se puede comprobar a lo largo de esta semana en la III Bienal Internacional de Teatro Universitario, organizada en Valencia por el vicerrectorado de cultura de la Universidad de Valencia y por el Patronato Cinc Segles. Ya no tiene la significación política de antaño, pero el teatro universitario mantiene el carácter aficionado y el ánimo de ir contracorriente y de denunciar determinadas situaciones sociales. La trayectoria de la sala Palmireno de la Universidad de Valencia así lo testimonia, según afirma su coordinador Ramón Rosselló. Esta sala y el Espai Moma son los escenarios de la Bienal, en la que participan ocho compañías de España, Europa y Suramérica.
También la profesora de teatro de la Universidad Jaume I de Castellón, Cesca Salazar, destaca el interés por poner sobre el escenario textos próximos a la gente, con ingredientes de denuncia social. De su experiencia con universitarios, Salazar subraya el incremento de alumnos procedentes de carreras técnicas, gente que se apunta a los cursos de teatro para saber actuar en público. Otros muchos, por el contrario, pretenden dedicarse profesionalmente al arte de la escena o simplemente son aficionados.
El catedrático portugués de teatro en la Universiad de Coimbra José Manuel Castanheira describe el paralelismo entre su país y España con respecto a la función del teatro universitario durante las dictaduras. Sin embargo, las semejanzas se disipan en democracia, según explica el director teatral, porque mientras en España se ha mantenido una estructura universitaria que ha privilegiado montajes atrevidos y marginales, en Portugal no ha sucedido así. Castanheira resalta la aparición de nuevos grupos de jóvenes dramaturgos y actores portugueses que se han unido en pequeños grupos, fuera del ámbito universitario, con propuestas muy contestatarias. El director estrenó anoche en la Palmireno la obra Ocios y Oficios, del español Manuel Martínez Madeiro, con un grupo de la Universidad de Coimbra.
Poco después, el Grup de Teatre de la Universitat de València presentó el montaje Parelles de fet, de fet parelles, basada en el texto original Gracias, querida, del malogrado Carles Pons. De hecho, se trata también de un homenaje a este actor y dramaturgo valenciano, dirigido por cinco de sus amigos, Cesca Salazar, Juanjo Prats, Juli Cantó, Pep Cortés y Raúl Torrent. Cada uno de los cuales dirige una escena corta del montaje que ofrecen una mirada humorística e irónica sobre las relaciones de pareja. El número dos está presente en toda la estructura de la obra, que ayer agotó las localidades, y espera tener vida más allá de los circuitos teatrales.
La Bienal también ha organizado actividades paralelas.
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