Un pistolero mata a tiros al 'número tres' del principal grupo islamista en Argelia
Abdelkader Hachani, máximo dirigente del Frente Islámico de Salvación (FIS), en libertad y número tres de la jerarquía islamista, fue asesinado ayer, en pleno centro de Argel, con una bala en la cabeza y otra en el pecho. El atentado se produjo a media mañana en la sala de espera de un dentista que trataba a Hachani en el barrio de Bab el Ued, cerca del concurrido mercado Nelson. Un individuo armado entró en la antesala y descargó su pistola contra Hachani, alcanzándole en el pecho y en la cabeza. Trasladado de urgencia al hospital Maillot, fue operado in extremis, pero falleció poco después.
Este atentado, que recuerda, por su forma y rapidez, al cometido en enero de 1997 contra el secretario general de la central sindical, Abdeljak Benhamuda, fue perpetrado en pocos minutos. El pistolero, que actuó como un asesino profesional, huyó sin dejar rastro. Este asesinato abre una grave crisis en un país que intenta alcanzar una salida política a siete años de guerra civil larvada.Pocas horas después, en un comunicado oficial, la Presidencia de la República condenó este "acto innoble", cometido, según ese texto, por "los enemigos de la reconciliación nacional". Además de llamar al pueblo argelino a mantenerse "vigilante, sereno y prudente", lo más llamativo del comunicado es una frase en la que se pide paciencia para poder "desenmascarar" al autor o autores, dejando entrever que existe una mano oculta detrás del mismo.
Abdelkader Hachani, ingeniero petroquímico de 40 años, era considerado el más intelectual de los dirigentes del FIS. Perteneciente al ala llamada argelianista, que pretende defender un islam con los colores nacionales, en oposición al ala califal, que milita en favor de un Estado islámico puro y duro, Hachani era, en los últimos meses, el interlocutor privilegiado entre el poder y los islamistas. Su capacidad para el diálogo le había convertido en la pieza esencial en las negociaciones que condujeron a la tregua entre los militares y el brazo armado del FIS, el llamado Ejército Islámico de Salvación. Tregua que terminó en un cese de hostilidades refrendado por el propio presidente argelino, Abdelaziz Buteflika.
El asesinato de Hachani abre serios interrogantes sobre el porvenir inmediato del país y la política de reconciliación nacional emprendida por Buteflika. Los mensajes enviados desde la cúpula del Gobierno a los islamistas próximos al FIS, en los que se les invitaba a integrase en otros movimientos legales afines -como el de Ahmed Taleb Ibrahimi, cuyo congreso se reúne en los próximos días- y participar de este modo en la vida política, quedan ahora interrumpidos de golpe.
Hachani era un enemigo molesto cuya desaparición podían desear tanto los extremistas del Grupo Islámico Armado -mucho más radicales que él-, que le consideraban un "renegado", como los sectores duros del régimen, en particular algunas esferas militares, que veían el peligro de la "llegada al poder del FIS por otra vía", distinta a la de las urnas, intentada a principios de los noventa y cuya interrupción por el Ejército dio origen a una guerra cruenta que ha dejado un saldo de casi 100.000 muertos.
Su asesinato, efectuado en la forma tradicional de los encargos profesionales, se parece más a una liquidación por parte de bandas mafiosas al servicio de los intereses de los poderes fácticos que a la ejecución islámica ritual, realizada con degollamientos y proclamas religiosas.
Hachani ocupaba de hecho el liderazgo del FIS al estar sus máximos dirigentes, Alí Benhadj y Abasi Madani, encarcelados o bajo detención domiciliaria. Hachani ocupaba el cargo de presidente del buró ejecutivo provisional del FIS desde 1991, cuando Benhadj y Madani fueron encarcelados.
La crisis que perdura en Argelia, y a la que Buteflika ha querido hacer frente con su política de reconciliación, se ha quedado a medio camino, estiman los observadores diplomáticos en la capital. Si bien casi un millar de islamistas han entregado las armas y varios miles de presos, la mayoría simpatizantes o militantes de la nebulosa radical, han salido a la calle, el propio presidente se ha visto obligado a postergar la formación del nuevo Gobierno que se espera desde hace ocho meses. Buteflika ha negado que "haya presiones del Ejército" y se ha limitado en sus últimas declaraciones a minimizar el asunto, prometiendo, sin embargo, que habrá un nuevo Ejecutivo antes de fin de año.
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