El colegio fantasma
¿Qué es un edificio donde hay aulas con pizarra, niños que las llenan, profesores, patio de recreo y horarios? Fácil: un colegio. Pues no. En Alicante existe un edificio nuevo con aulas y niños que las pueblan, con maestros y hasta con conserje, pero no es un colegio. ¿Qué es entonces? Misterio. En la Consejería de Educación y Cultura, promotora del inmueble, no consta que el centro sea colegio. Ni siquiera tiene nombre, aunque los profesores lo han bautizado como colegio El Faro, porque está camino del faro del Cabo de las Huertas, uno de los barrios residenciales más lujosos de Alicante, junto al mar.Tampoco dispone de luz eléctrica, ni teléfono. Hay una directora que no es directora porque oficialmente el centro no existe. Es un colegio fantasma pero real, producto de un compromiso electoral pésimamente rematado y botón de muestra del desinterés de la Administración del Partido Popular por la educación pública.
Los padres de los niños con plaza asignada al centro de educación infantil fueron citados el pasado 7 de septiembre a las puertas el edificio para que confirmaran la matrícula y tramitaran los documentos necesarios para inscribir a los escolares, de entre tres y cinco años. Pero ese día el edificio estaba vacío, sin mobiliario, sin profesores. Y lo que es peor: sin ningún responsable de Educación que diera la cara. Las quejas no tardaron en llegar, y los medios de comunicación de Alicante se hicieron eco del problema. Tras las denuncias públicas y el retraso en el comienzo del curso, la Administración educativa decidió abrir las puertas, pero lo hizo precipitadamente: instaló un grupo electrógeno de gasóleo para dar luz al inmueble, compró pupitres y pizarras para salir del paso y contrató a profesores interinos. Así, en precario, arrancaron las clases, varias semanas después que el resto de colegios de Alicante.
Ayer, el centro seguía sin luz eléctrica, sin nombre ni dirección oficial. Ante tamaña desidia administrativa, un grupo de padres de alumnos abrieron una cuenta bancaria para depositar fondos con los que comprar el material escolar para sus hijos.
El caso del colegio fantasma ha llegado a las Cortes Valencianas. La diputada del PSPV María Dolores Mollá ha preguntado por este centro al consejero Tarancón, pero la respuesta no llega. La concejala socialista en el Ayuntamiento de Alicante Carmen Sánchez Brufal viene denunciando el caso desde que los niños comenzaron las clases. En una entrevista que la edil mantuvo ayer con el responsable de la Administración educativa en Alicante, Juan Espinar, éste le comunicó que la constitución del centro como colegio es inminente y le dijo que el centro se ampliará el próximo curso, a pesar de que no hay partida presupuestaria para ello.
Para colmo de males, la reserva de suelo para ampliar el centro y convertirlo en un colegio de primaria es insuficiente. Según la LOGSE, en los 7.000 metros cuadrados donde se prevé la ampliación no cabe un colegio de primaria.
La historia de este centro es, en buena parte, la historia más reciente de la enseñanza pública en la Comunidad Valenciana, dejada de la mano del presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, y de su consejero de Educación, Manuel Tarancón, quienes auspician los conciertos con colegios privados con suculentas subvenciones que merman recursos públicos.
No es el colegio El Faro el único caso, ni posiblemente el más sangrante en la enseñanza pública en Alicante. Educación acaba de justificar los retrasos en la construcción de centros alegando que falta mano de obra, y que los materiales de construcción escasean. Sin embargo, sí hubo obreros y material para construir en tiempo récord el colegio fantasma. Fue un compromiso electoral del PP de Alicante con los vecinos del Cabo, votantes, en su mayoría, de ese partido.
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