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La madera escribe en sus anillos la historia de Madrid

La dendrocronología despega como ciencia fiable para averiguar la edad de las obras de arte hechas en madera

El estudio del patrimonio histórico madrileño cuenta con una herramienta científica de gran eficacia. Es la dendrocronología. Mediante ella han podido determinarse, entre otras, las fechas de construcción de la cubierta de la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid, exactamente el año 1503, o la de la torre de la iglesia de Navalcarnero, incendiada el pasado 1 de agosto, que data del año 1779. Lo mismo sirve para averiguar que el techado de la basílica del monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue restaurado en 1670 que para calcular la edad de las vigas de los muros de la casa de Iván de Vargas, patrón de san Isidro.La dendrocronología aplicada al estudio del patrimonio artístico madrileño comienza lentamente a generalizarse. Se trata de un procedimiento de observación, asistido por la elaboración de modelos matemáticos, que permite precisar la antigüedad de las maderas de vigas utilizadas en estructuras de edificios, armaduras, forjados, artesonados, bastidores y ornamentaciones suntuarias, siempre y cuando hayan sido realizados con madera de árboles o arbustos. Y ello sobre la base de cotejar las secuencias de las curvas de los anillos que cada año se forman en los vegetales leñosos. El cotejo de maderas de ejemplares arbóreos similares permite crear un modelo matemático de referencia a base de variables vegetales genéticas y también climáticas; de él se extrae la referencia histórica que facilita, con alta fiabilidad, la fecha de nacimiento y muerte del maderamen estudiado. Si conserva la corteza, mejor aún. Un departamento del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas (INIA), enclavado en el área de Puerta de Hierro, centraliza estas investigaciones. Su responsable es el biólogo ponferradino Eduardo Rodríguez Trobajo. Años atrás existió un convenio de colaboración suscrito entre el INIA y la Dirección General de Bellas Artes, así como acuerdos con las universidades de Hamburgo y Bochum.

"Como ciencia, la dendrocronología surgió en Estados Unidos en los años veinte de este siglo", explica Rodríguez Trobajo. "Douglass, un astrónomo, investigaba los efectos de las manchas solares en zonas desérticas, concretamente en Arizona, en el suroeste norteamericano. Partía de la premisa según la cual las fluctuacions de los ciclos solares debían tener efectos sobre los árboles y maderas por él observados. Sus estudios", prosigue Rodríguez Trobajo, "le llevaron a establecer correlaciones entre las distintas maderas examinadas, de forma que pudo determinar la edad del maderamen con el cual fueron construidas algunas edificaciones de poblados indígenas". A partir de sus hallazgos, Douglass abandonó la astronomía y se dedicó de lleno a la dendrocronología, que se irguió como una disciplina científica con un objeto propio, explica el biólogo leonés.

En Europa, en los años cuarenta, esta ciencia encontró su despliegue, que fue asumido por investigadores alemanes y británicos. Sus estudios, facilitados por la estabilidad climática centroeuropea, se centraron en los robledales que componen la flora arbórea en el interior continental. En España y en otros países mediterráneos, los estudios sobre la datación de la edad de los árboles a partir del estudio de las secuencias de anillos anuales de su madera se rezagaron varios lustros más, a consecuencia de la mayor variabilidad de los ciclos climáticos y también de la especificidad de los vegetales empleados en la edificación o en la elaboración de obras de arte con soportes leñosos. Hoy, los estudios dendrocronológicos son empleados en Madrid como ciencia auxiliar en el tratamiento del patrimonio histórico-artístico. Su aplicación ha permitido comprender, con mucha aproximación, no sólo los pormenores de las técnicas de carpintería, ebanistería y arquitectura empleadas en distintas épocas en la edificación. También ha procurado conocimientos ecológicos, hidrológicos, de desplazamientos del terreno, catástrofes y ciclos climáticos completos, por los vestigios que sus cambios dejan en las pautas de crecimiento de árboles y arbustos empleados como elementos estructurales. Para que los estudios sean viables, el crecimiento del cambium vegetal de las maderas debe depender de un ciclo climático estacional, como es el caso de las empleadas en Madrid y nuestras latitudes.

Trazos indelebles

La madera de pino constituye la materia prima de la mayor parte de las armaduras de los monumentos históricos de Madrid. Su anatomía muestra el ritmo anual de la producción de vegetal leñoso. Con la primavera comienza el periodo vegetativo; entonces, la zona generatriz por donde despunta el crecimiento del árbol produce la llamada madera temprana, compuesta por células grandes y de paredes finas. Su color es claro, y su densidad, baja. Ellas aseguran la fluidez de la conducción del agua y de los nutrientes por el interior del leño. Al finalizar la primavera, el proceso de crecimiento vegetal, cambium, forma células estrechas y de paredes gruesas, de alta densidad y color oscuro, que sirven para dar resistencia al tronco del árbol. El impacto entre estas células y las de la madera temprana del siguiente año forma un rasgo indeleble entre los discos anuales, que puede percibirse nítidamente con el corte transversal de un tronco o de una viga. La formación de la orla anillada en el interior de los árboles obedece a factores genéticos de la especie, pero también a otros, como su emplazamiento, el suelo sobre el que se asienta, el ambiente y el clima. Cuando el clima varía, la anchura de los anillos cambia correspondientemente, pero no sólo sobre un ejemplar de árbol, sino también sobre todos los árboles de esa especie que crecen en la misma región. Con este conjunto de secuencias de anillos se crea una cronología maestra de referencia, con la que se establece un fechado; cotejado con otras maderas de edad desconocida permite averiguarla.

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