La justicia y el muro
UN TRIBUNAL alemán de apelación ha confirmado la condena por homicidio -seis años y medio de cárcel- que le fuera impuesta en 1997 al último jefe comunista de Alemania Oriental, Egon Krenz, por la muerte de cuatro fugitivos que intentaban cruzar el muro. Por irónicos azares del calendario, el rechazo de la apelación de Krenz se produjo mientras Occidente, con motivo del décimo aniversario de la caída del muro, honraba a coro a Mijaíl Gorbachov como el hombre que lo hizo posible. Para desasosiego de sus anfitriones, Gorbachov criticó en Berlín la condena, calificándola de caza de brujas de los vencedores. Uno de los argumentos esgrimidos por los defensores de Krenz era que la policía de fronteras germano-oriental estaba sometida a los designios del Kremlin, que entonces dirigía Gorbachov.La decisión del tribunal de Leipzig muestra las muchas formas en que el pasado alemán continúa gravitando sobre la sociedad que desde 1961, y durante 28 años, estuvo dividida física y psíquicamente por una barrera de 182 kilómetros de hormigón en la que se dejaron la vida más de 450 personas. Los jueces alemanes han sido clementes en general con la aplicación de las penas derivadas de la guerra fría. De hecho, de las poco más de 200 personas condenadas por hechos de esta larga etapa, sólo una veintena han estado o están en la cárcel. Krenz estuvo seis semanas al frente de los destinos de la RDA. En su momento, y bajo la presión popular, eligió abrir el muro en lugar de ceder a la tentación de un baño de sangre.
La condena de Krenz marca de hecho el final de los grandes procesos de los dirigentes de la RDA. Erich Honecker, el gran patrón, acabó sus días en Chile, tras la suspensión del juicio por razones de salud. Lo mismo que el de Erich Mielke, el jefe de la Stasi. Egon Krenz ha estado dos semanas y media en prisión y todavía no ha sido fijada la fecha en que volverá a ella. Ante el eterno dilema de la verdad o el perdón, que planea sobre las sociedades que emergen de un pasado tenebroso, los tribunales alemanes parecen haber escogido una suerte de tercera vía; probablemente en consonancia con un país que percibe, aliviado, cómo la búsqueda de la justicia por los años negros del Estado policiaco hermano se aproxima a su extinción.
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