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Tribuna
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Lutero, en Génova, 13

Acaban de reunirse en un extraño congreso los católicos en la vida pública, algo muy del gusto de aquellos tiempos de la CEDA, del gilroblismo, del padre Ayala, de Herrera Oria, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, en siglas ACN de P, o de Fernando Martín Sánchez Juliá, sobre el que tanto y tan injustamente ironizaron los falangistas del correaje y el aceite de ricino. Pero, una vez desaparecido el diario Ya, desguazada la Editorial Católica y entregada la cadena radiofónica Cope a la vanguardia que la viene explotando con tanto sectarismo político y provecho comercial como desdoro para su poco rentable ideario, al público de a pie le ha faltado información sobre los debates de un congreso donde se ha dado cita lo más granado de quienes para circular en la política utilizan el apellido católico, tanto da si ocupan posiciones notables en la Asamblea que liquida la Constitución venezolana como si arrastran historiales aún menos ejemplarizantes tipo democracia cristiana italiana lindando con Palermo.Pongo por testigo a las paredes del vestíbulo de un canal de televisión de la escena allí producida donde un buen amigo, concurrente a un programa de entrevistas, le dijo al invitado monseñor José Sánchez, obispo de Sigüenza (Guadalajara) y secretario a la sazón de la Conferencia Episcopal, que oyendo la Cope se comprendía bien por qué en España había habido una guerra civil. Y es que, en aquellos momentos, la beligerancia radiofónica avalada por la Iglesia sólo era comparable con su incapacidad para rectificar las insidias y mendacidades lanzadas al éter y para disimular y disculpar, cuando no festejar, reír y jalear, las supuestas gracias de los patosos provistos de bula ante esos micrófonos. Entonces fue inútil buscar en la respuesta del obispo la menor referencia a esos deberes que con tanta destreza los pastores imponen a los demás si tienen responsabilidades en los medios de comunicación. Monseñor parecía un declarado partidario de la ley del embudo y sólo invocaba las rentabilidades económicas necesarias, un obseso de las cuentas de resultados.

Pero, volviendo al congreso de marras, habría sido una excelente ocasión para reflexionar con los hermanos separados a propósito de los últimos acuerdos alcanzados con las iglesias luteranas surgidas a partir de la que tuvimos con aquel agustino ardoroso combatiente de las indulgencias y de otras corrupciones eclesiásticas que nublaban la realidad de la gracia. Una gracia que nadie es capaz de merecer, una gracia gratuita, único don que puede recuperarnos del estado de naturaleza caída por el que todos nos arrastramos desde el episodio lamentable de la manzana. Basta ya de cargar sobre la bastardía de los demás. Basta ya de clamar que no estábamos preparados para que en nuestras propias filas cundieran los sinvergüenzas. La honradez de los partidos políticos es directamente proporcional a lo implacable de su actitud ante los transgresores escondidos bajo las mismas siglas.

Mientras tanto, lejos de nosotros la funesta manía de negar que España va bien. Pero deberá reconocerse que algunas cuñas de publicidad se pasan y provocan al viajero obligado a escucharlas en la trasera de un taxi. Así, por ejemplo, la emitida ayer sobre las 11.15 horas por Onda Cero. Una cuña que, después de ofrecer algún detalle de la disneylandia en que vivimos, concluye: "Agencia Tributaria, avanzamos juntos". ¿Es que nadie en el Ministerio de Economía o en La Moncloa, cuyo titular tiene una oposición ganada como subinspector de la cosa, puede retirar esas cuñas y evitar que sean emitidas el mismo día en que aparecen nuevos detalles sobre el escándalo que afecta a la Agencia Tributaria en Barcelona? ¿No está claro que los responsables de la inspección, en lugar de avanzar juntos, lo hacían muy separados para colocar sus coimas en cuentas seguras de Suiza? ¿Y los contratos del AVE para parientes y amigos?

Conclusión, Lutero debe ser entronizado en Génova, 13, la sede nacional del PP, ahora oscurecida por el telón de las pensiones, para recordar a todos, dirigentes, militantes, empleados y liberados, el estado de naturaleza caída en que se encuentran y la propensión irrefrenable al abuso. Los socialistas no eran de otra pasta. Los populares dan pruebas abrumadoras de ser hijos de la misma Eva. ¿Aplicará el PP en sus filas las medidas drásticas que a otros reclama? Atentos.

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