En tierra de los aprendices de estrellas
Un recorrido por las diferentes asignaturas que se imparten en un día en la Real Escuela de Arte Dramático
Un grupo de jóvenes yace en el suelo boca arriba. Parecen croquetas que se balancean de un lado a otro: los pies juntos, las rodillas dobladas y las manos agarrando las piernas. Se mecen de izquierda a derecha y, al mismo tiempo, se esfuerzan por reírse a carcajadas. Así empieza la clase de acrobacia de primer curso de interpretación en la Real Escuela de Arte Dramático. Es el centro de enseñanza superior en el que los alumnos estudian más a sus anchas, porque a cada alumno le corresponden nada menos que 35 metros cuadrados, casi un apartamento.Esto es así desde hace cuatro años, que fue cuando se inauguró la nueva sede en la avenida de Nazaret (Hortaleza). Son 13.500 metros cuadrados construidos que se reparten los 380 estudiantes de las cuatro modalidades en que se dividen estos estudios: interpretación, dirección de escena, dramaturgia y escenografía.
El calentamiento croqueta de la clase de acrobacia da paso a una serie de ejercicios que unas veces consisten en andar de puntillas, correr con las rodillas flexionadas o dar volteretas en fila. A esa misma hora y en el aula contigua, transcurre una clase de interpretación gestual del primer curso: un alumno trajeado se planta delante de una tribuna y esnifa una raya de cocaína. Aparecen en escena dos mujeres. Hablan (gritan) sobre la foto de la portada del periódico, y sobre la campaña electoral. Los tres estudiantes están improvisando una escena protagonizada por un candidato, su esposa y su amante mientras el resto de la clase y la profesora observan. Una vez finalizada la escena, se plantea un debate en el que salen a relucir los fallos y los aciertos.
En el bar también hay actividad. Sobre todo en los cambios de clase. Sentados en una mesa están tres alumnos del último curso de dramaturgia. Este año no tienen clases, ni horarios. Su actividad académica consistirá en el montaje de una obra. Para ello, estos tres jóvenes realizan trabajos de investigación en la biblioteca del centro, que cuenta con 22.000 ejemplares y algún incunable.
"¿Un curso relajado? Nada de eso. Por las mañanas ensayo con alumnos de tercero de interpretación, que son los que representarán mi obra. Por las tardes investigo, y por las noches escribo. Llego a la escuela a las nueve de la mañana y me voy a las nueve de la noche", comenta Alberto Conejero, alumno de cuarto de dramaturgia. "El humor absurdo necesita el contrapunto del serio", añade.
A esa misma hora, el escritor Luis Landero está dando una clase de literatura dramática a 15 alumnos de la especialidad de dramaturgia. Primero han leído un guión en voz alta, repartiéndose los papeles. Luego se habla de los personajes y las situaciones que plantea el texto.
Entre los profesores de este centro hay nombres bien conocidos en ambientes culturales. Como José Luis Alonso de Santos, Lourdes Ortiz, Ignacio Amestoy, Ignacio García May, Eduardo Vasco.
Otra de las aulas del centro demuestra que los estudios de arte dramático no viven de espaldas a las nuevas tecnologías. Por eso, los alumnos de escenografía cuentan con ordenadores, concretamente dos por persona, con los que aprenden diseño gráfico. Y, mientras un grupo se dedica a las acrobacias, otros a la improvisación y en otra aula un conocido escritor habla de la literatura dramática, Fernando Pascual comienza una clase que en el plan de estudios figura como Nuevas tecnologías aplicadas al diseño escenográfico.
A esa misma hora también, los encargados de la cafetería de la escuela comienzan a preparar las mesas para las comidas, ya que la mayoría de los alumnos llega al cenro por la mañana y se va a última hora de la tarde.
Así pasarán cuatro años que empiezan a correr el día que se superan las difíciles pruebas de acceso para ingresar en el centro. Cuesta más entrar en la Escuela de Arte Dramático que en la mayoría de las carreras universitarias.
En la modalidad de interpretación, por ejemplo, se pide un 7,5 en los exámenes de acceso que se celebran en la propia escuela. En la última convocatoria probaron fortuna para esta especialidad 529 aspirantes. Estaban en juego sólamente 36 plazas, las correspondientes al primer curso.
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