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El cipote de Pego

PACO MARISCAL

Hace como setenta años escribió García Lorca: "Los maestros enseñan a los niños/ una luz maravillosa que viene del monte;/ pero lo que llega es una reunión de cloacas/ donde gritan las oscuras ninfas del cólera". Sugerente y linda imagen con tintes surrealistas y con la que evocaba el poeta granadino la hipocresía religiosa desde la alta torre del Chrysler Building de Nueva York. Pego no está tan alto ni tan lejano en el umbral del tercer milenio. Está en el País Valenciano, donde los maestros y maestras enseñan a los niños que todos somos iguales ante la ley, y debemos ser iguales en el trato social, laboral, familiar, afectivo y sexual; enseñan o deben enseñar también que las mujeres no son objetos sexuales sino compañeras en el amor, el afecto y la cama, que para eso precisamente nos conformó la naturaleza en hombres y mujeres, en parejas heterosexuales o no, en que cada miembro ha de ser respetuoso con la entidad humana del otro en la lícita búsqueda del deleite y el placer.

Pero desde Pego y hace como cuatro o cinco días, a los niños y niñas valencianos les llegó el grito oscuro de la cultura cavernícola del cipote, que es tanto como grito surrealista de la cloaca lorquiana. Las y los adolescentes acababan de llegar a su casa desde el colegio, y el grito con tono y timbre del cipote surrealista estaba en portada de noticieros y telediarios: "Yo, pegarle a una mujer no le pego. Como mucho, lo que haría es lo que todo hombre quisiera hacer con una mujer joven y bonita. A las mujeres creo que les debe gustar". Y el gusto al que se refería estaba relacionado con nombre y apellidos al alcalde de Pego y al cipote real del cipote surrealista. Carlos Pascual, rezumando feminismo y educación, conoce además lo que nos gusta o deja de gustar al resto del género humano: verdad revelada en la que cree el alcalde, como se cree en la infalibilidad del Papa de Roma.

En el umbral del tercer milenio, la cultura del cipote de Pego es una vergüenza y una muestra de la hipocresía educativa que ronda por estos andurriales. Los poderes públicos -digamos el presidente Zaplana o el consejero de educación Manuel Tarancón- deberían tomar las riendas del asunto éste de las cloacas y los cipotes. Los cipotes y las cloacas echan a perder los recursos económicos que invertimos en esa escuela que ha de educar en valores sociales, constitucionales y antisexistas. Alguna herramienta, alguna medida deben de tener en sus manos que evite el que les llegue a nuestra juventud el grito sucio de la cloaca del cipote machista. Porque Presidente y Consejero no ignoran que la cultura del cipote, además de arrasar humedales únicos, es perniciosa porque anula la tarea educativa de muchísimos maestros y maestras, de muchísimas madres y padres que enseñan a sus hijos e hijas que un hombre no es un cipote, ni una mujer una vagina.

Revienta y hastía la cultura del cipote. Porque un cipote, dicen los académicos, es un mojón de piedra, y un hombre torpe, y un cachiporra, y un zoquete, y un mentecato, y un empeñado, nada surrealista, en dar por buena una cultura machista, cargada de agresiones y violencia. Revienta y hastía la cultura del cipote del alcalde de Pego. Y mientras Carlos Pascual detente un cargo público, además de hastiar y reventar a la ciudadanía valenciana, a la vergüenza torera valenciana, será un problema educativo más para el presidente Zaplana, para el consejero Tarancón.

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