Visitar al presidente
La solicitud de entrevista presentada por el presidente de la Junta de Andalucía al presidente del Gobierno y la negativa de éste a recibirlo ponen de manifiesto una vez más que la proximidad de las elecciones desinhibe a los políticos y les impulsa a convertir todo lo que tocan en mercancía para la compra de votos. Sin duda, al solicitar la entrevista, Chaves habrá sopesado la probable rentabilidad de su iniciativa; como habrá medido también Aznar su posible efecto al dar la callada por respuesta. Toda la cuestión ha quedado reducida a los consabidos titulares para cuya fabricación los servicios centrales de los partidos cuentan con un exceso de ingenios creativos: prefiere verse con ETA que con Chaves, dijo Almunia, no en la más brillante ocasión que se le recuerda; para qué recibirlo, si viene a insultar, soltó un portavoz gubernativo, uno de tantos especialistas en lanzar acusaciones sin ton ni son.El asunto no tendría más importancia de la que se quiera dar a este tipo de bobas escaramuzas si no fuera porque revela que los obstáculos para la consolidación del Estado autonómico no proceden exclusivamente de los partidos nacionalistas, sino también de los partidos de ámbito estatal, muy atareados en ponerse zancadillas sobre las espaldas de funcionarios y pensionistas. De los partidos nacionalistas no se podía esperar otra cosa: su propósito consiste precisamente en dinamitar todo lo que consolide un Estado común; de hecho, han logrado equiparar más gobernabilidad con menos Estado. Pero a los partidos de ámbito estatal podría exigírseles otra manera de relación, otra lealtad a lo que es común a todos, otra consideración a sus votantes.
El caso es que, al acercarse el fin del primer Gobierno de la derecha, el desafecto de nacionalistas sumado a las zancadillas entre estatales ha logrado que no hayamos avanzado mucho ni poco en la consolidación de nuestro singular Estado autonómico. Eliseo Aja ha escrito en un libro de obligada lectura para la clase política, El Estado Autonómico. Federalismo y hechos diferenciales, que el Estado español presenta los rasgos esenciales de los federalismos con el añadido de hechos diferenciales en algunas comunidades autónomas.
Se trata de una creación nueva y original, muy abierta e indeterminada en su punto de partida, que ha llenado progresivamente de atribuciones a las comunidades autónomas y fortalecido sus Gobiernos sin que progresara al mismo ritmo en el plano institucional la articulación del conjunto del sistema.
No es cuestión de culpar a unos más que a otros: el PSOE no consiguió avanzar en esa articulación durante sus años de poder y el PP abandonó enseguida su pretencioso proyecto de "cerrar" el proceso. Lo malo fue que sustituyó el prometido cierre por nada por el puro pragmatismo de ceder hoy una competencia, mañana otra, a los presidentes nacionalistas con llave de gobernabilidad, manteniendo en el frigorífico la comunicación con los presidentes socialistas. Durante estos años, las relaciones entre los Gobiernos del Estado y de las comunidades autónomas se han regido por un principio perverso: todas han carecido de cauces institucionales para tratar los asuntos de interés común con el Gobierno del Estado, pero mientras las gobernadas por nacionalistas han tenido abiertas de par en par las puertas de La Moncloa, las gobernadas por la oposición no han podido ir de visita al presidente.
Este principio perverso no ha contribuido ni un ápice a incrementar la lealtad constitucional de los partidos nacionalistas y ha introducido una dinámica de confrontación entre los partidos de ámbito estatal en cuestiones relativas a la articulación de las comunidades en el conjunto del Estado. Boicotear medidas para contener el gasto sanitario, subir unas pesetillas las pensiones o unas décimas los sueldos de los funcionarios, o sea, hacer cada cual de su capa un sayo: todo vale para unos partidos que han convertido la caza del voto en su deporte favorito.
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