Rusia pierde la guerra del petróleo del Caspio
Sólo faltaba la guerra de Chechenia para asestar el golpe de muerte a las aspiraciones rusas de ganar el "gran juego" que se disputa en torno a las riquezas minerales del subsuelo del mar Caspio. El mapa de los nuevos oleoductos se dibuja a espaldas de Rusia -incapaz de convencer a Azerbaiyán de que le interesa más apostar por Moscú que por Washington y sus socios que quieren relegar a Rusia-, y la inestabilidad en el Cáucaso se lo está poniendo en bandeja. Azerbaiyán y Turquía ultiman un acuerdo sobre el trazado del oleoducto que irá del Caspio a la costa turca.
El primer ministro turco, Bulent Ecevit, se negaba ayer en Moscú (donde se entrevistó con el primer ministro, Vladimir Putin) a dar aún el visto bueno a una tubería de mil kilómetros que transporte a su país el gas ruso bajo el fondo del mar Negro. Mientras, según France Presse, se concluía en Ankara el acuerdo para construir el oleoducto Bakú-Ceyhan, que debe transportar petróleo y gas desde la capital de Azerbaiyán hasta el Mediterráneo.Aunque el acuerdo aún no es oficial, parece estar pendiente tan sólo, según fuentes azerbaiyanas, de ser firmado durante la próxima cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que se celebrará en Estambul el 18 y 19 de noviembre. No parece tan seguro, ni mucho menos, que sea también entonces cuando Rusia logre cerrar con Turquía el trato para construir el gasoducto del mar Negro (bautizado como Sueño Azul), que sería el más profundo del planeta.
Rusia lleva las de perder. Incluso antes de la guerra en Chechenia, los azerbaiyanos apostaban por la ruta georgiana (aparentemente más segura) antes que por la rusa (demasiado inestable). El pasado abril se inauguró ya un oleoducto entre Bakú y el puerto de Supsa, en el mar Negro. La conducción de petróleo podría ir acompañada de otra de gas cuya estación de término sería la ciudad turca de Erzurum. Ese gas no sería sólo de Azerbaiyán, sino también de otra república ex soviética ribereña del Caspio: Turkmenistán.
Azerbaiyán tiene un acuerdo con Rusia para el transporte de crudo hasta el puerto de Novorosiisk (en el mar Negro), y de ahí hasta Occidente. La ruta natural de este petróleo es el oleoducto Bakú-Novorosiisk, que atraviesa Chechenia y que, por eso mismo, ha sido objeto de agrias disputas en los últimos años y de frecuentes cortes y robos de combustible. Demasiados problemas. Tantos que Rusia ha optado por construir una variante que se salte la república independentista. Pero, para llevarla adelante, necesita dinero y la garantía de que contará con un buen suministro de petróleo.
Con objeto de conseguir ambos, y para convencer a las autoridades azerbaiyanas de que no apuesten por el oleoducto a Ceyhan, viajó ayer a Bakú el viceprimer ministro ruso Nikolái Axionenko. Se volverá de vacío. "Demasiado tarde", aseguró Natik Alíyev, presidente de la compañía petrolera azerbaiyana (Socar). "El tren ya ha partido. Tendrían que haberlo pensado hace dos años y medio".
La batalla económica tiene como trasfondo una disputa por áreas de influencia entre Occidente y Rusia. Ésta quiere mantener su hegemonía en las repúblicas caucásicas de la antigua URSS que, a su vez, se inclinan por aflojar unos lazos que temen que puedan ahogarlas. Georgia, por ejemplo, coquetea abiertamente con la OTAN. Pese a todo, teme dar con la puerta en las narices a Rusia, de poder declinante pero todavía temible. Tanto que puede amenazar la principal ventaja de la ruta georgiana: la estabilidad.
Si Rusia reconquista Chechenia y estabiliza el Cáucaso Norte mejoraría su posición en el "gran juego". Pero eso no parece cuestión de meses, tal vez ni siquiera de años. Por ahora sólo ha conseguido empeorar sus relaciones con Azerbaiyán y Georgia.
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