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Ficciones presupuestarias

ICENT YUSÀ

A punto de iniciarse los debates parlamentarios sobre los Presupuestos de la Generalitat para el año 2000, el sucesor de José Luis Olivas ha adelantado algunas cifras y ha glosado sus virtudes. Nada nuevo: idéntica retórica triunfalista, exceso de imaginación, "mítica" y mística, propósitos inconfesables: un desmedido ejercicio de ficción política.

Hemos conocido la liquidación definitiva de las cuentas del año 1998. Únicamente se invirtieron 63 de cada 100 pesetas presupuestadas, y los ayuntamientos, empresas y otras entidades, sólo percibieron la mitad de las transferencias de capital inicialmente previstas.

El actual endeudamiento de la Generalitat se sitúa en la poco edificante cifra de 680.000 millones. Una audaz hazaña de la ilustre pareja de manirrotos que predicaban sin descanso los benéficos efectos de la austeridad sobre la economía valenciana. Y es que Zaplana y Olivas están decididos a olvidar todos y cada uno de sus buenos propósitos, entre ellos, también, la reducción de altos cargos. Ahora tenemos más consellers que nunca, más subsecretarios, más directores generales y más jefes de áreas: la austeridad fue algo que se predicó una vez.

Un presupuesto público, señalan los manuales, es el programa político de un gobierno traducido a cifras. Incluye sus prioridades y sus compromisos con la sociedad. ¿Qué debe pensarse cuando acabado el año cualquier parecido entre el presupuesto ejecutado y el inicialmente aprobado es pura coincidencia? ¿Fraude? ¿Irresponsabilidad? Eso es precisamente lo que ha ocurrido en 1999.

A finales de julio el grado de ejecución de las consellerias era ridículo: Sanidad, 23%; Educación, 34%; Medio Ambiente, 29%. Algunos programas no corrían mejor suerte: el Plan de apoyo empresarial se había ejecutado en un 17% y el de fomento de empleo en un 15%. ¿A qué se dedica la ingente cantidad de altos cargos? Posiblemente, a un aumento de más del 20% del gasto sanitario en el mes de septiembre, el más alto de España: así se demuestra la eficacia del "medicamentazo".

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Pero la ficción del presupuesto inicialmente aprobado por las Cortes adquiere trazos surrealistas tras el recorte de 53.000 millones de inversiones acordado por el Consell en pleno verano. Si se hubiesen eliminado gastos de funcionamiento parecería un loable esfuerzo de austeridad aplaudido por muchos, pero la tijera afecta precisamente a las inversiones que nos permitirían tener más institutos, más centros de salud, mejores carreteras, más depuradoras, apoyo a las industrias, fomento del empleo. La paulatina privatización del sistema sanitario y el favoritismo hacia la escuela privada de élite en detrimento de la pública, subyacen en el discurso político que avala estos presupuestos.

Con todos estos antecedentes, ¿puede inspirar algún crédito el presupuesto ahora presentado? En literatura, las buenas ficciones adquieren verosimilitud: la verdad de las mentiras, en palabras de Vargas LLosa. En política, los juegos de ficción son inaceptables, y convierten a sus oficiantes en pregoneros de feria, de una feria "popular".

Vicent Yusà pertenece al colectivo Trellat, del que forman parte, entre otros, Amalia Alba, Enric Luján, Ximo Planells y Josep Antoni Manrique.

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