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Tribuna:LA SITUACIÓN DEL PROCESO DE PAZ
Tribuna
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De la demagogia en la política vasca

Critica el autor las elevadas dosis de demagogia y contradicción que se han instalado en la política vasca desde Lizarra

Transcurre el tiempo pero hay cosas que no cambian en la política vasca. Una de ellas es el recurso frecuente a la demagogia como sustento de la argumentación política. No preocupa la falsedad o lo incierto de lo argumentado sino la transmisión de un mensaje que, a fuerza de repetido, se espera que cale y sea creído por la ciudadanía, destinataria -se quiere pasiva- de las proclamaciones dogmáticas que se le lanzan. Estos son algunos ejemplos:1.- Desde su aprobación mayoritaria por la seciedad vasca, se afirma por los partidos nacionalistas que la constitución de 1978 fue rechazada por el pueblo vasco. Obviamente sucedió lo contrario; fue aprobada por la mayoría de los votantes. Sin embargo, los defensores de la abstención insisten machaconamente en que la misma significó el rechazo del texto costitucional. Argumento demagógico porque la abstención ni siquiera en el ámbito de las Naciones Unidas significa rechazo. Para eso está la posibilidad de votar en contra de algo que, por ejemplo desde el PNV, no se defendió. Pero ese tipo de argumentaciones tiene también su reverso y hete aquí que los diputados generales de Guipúzcoa y Vizcaya han resultado elegidos con la abstención de los demás grupos forales. ¿Significa tal abstención que han sido rechazados por la mayoría de los representantes de los ciudadanos en las respectivas Juntas Generales?

2.- Se afirma por el señor Egibar que el Esatuto fue "otorgado" cuando, como él sabe, es el resultado de la negociación y del pacto entre las fuerzas políticas vascas y el Gobierno central de la época. De este modo trata de venderse la permanente idea de la imposición por parte del Estado y del sometimiento a un yugo ficticio, evitando rendir cuentas por años de ejercicio de poder a veces casi absoluto y que ha marcado, y marca todavía, algunas instituciones y entidades públicas vascas.

3.- La referencia a los principios democráticos o al ámbito vasco de decisión tiene lugar para tratar de imponer un marco político nuevo, exclusivamente nacionalista, sin respetar precisamente los procedimientos democráticos de modificación constitucional y estatutaria. Por el contrario, se trata de obviarlos aludiendo a la necesidad de respetar la -indeterminada e imprecisa- "voluntad de los vascos". Ahora bien, ¿cuál es esta voluntad? Como no podía ser de otro modo, la suya -la de quienes conforman el bloque nacionalista- concretada algún día en algún texto con relación al cual reclamarán nuestra adhesión. De este modo, ellos se erigen en definidores de la voluntad de los vascos. Ellos la conocen y saben lo que mejor nos conviene. Volvemos así, sin quererlo y sin que nadie nos pida nuestra opinión, a los tiempos de nuestra más tierna infancia tutelados por estos "protectores" que saben lo que necesitamos, cuál es nuestra voluntad colectiva. Pretenden así que asumamos que esa voluntad colectiva es necesariamente coincidente con la suya: autodeterminación, independencia, soberanismo o como quieran llamarlo. Sin embargo, nueva paradoja, las consultas electorales y las encuestas revelan que no son esas las prioridades de la ciudadanía vasca ¡Qué importa, ya cederán!

Dado el ardor con el que ese principio del "respeto a la voluntad de los vascos" se defiende y se eleva a rango de dogma a añadir a los existentes, cabe confiar, como no puede ser de otro modo, que las instituciones vascas respetarán ciegamnte el ámbito vasco de decisión si, por ejemplo, se da el caso de que Álava se autodetermina y decide separarse del País Vasco y constituirse en comunidad uniprovincial, o si -como en el pasado- municipios vascos deciden también autodeterminarse e integrase en la Comunidad Foral de Navarra. Cabe imaginar también que, en virtud del mismo principio, las instituciones vascas serían sensibles y receptivas a la voluntad de los vascos si llega el día en el que éstos manifiestan su voluntad de no pagar impuestos o de objetar fiscalmente algunos usos que se hacen de los mismos. Y es que la demagogia tiene sus ventajas.

Sin embargo, también surgen dudas y contradicciones. Así, que entre quienes defienden la necesidad de respetar la voluntad de los vascos se encuentran precisamente quienes han venido negando y cercenando sistemáticamente nuestras libertades individuales. Igualmente, el hecho de que en el interior de esos propios partidos la libertad de expresión discrepante sea inmediatamente limitada invocando la terapia del gimnasio y del cierre de filas.

4.- Después de tantos años invocando la Europa de los pueblos y de las naciones sin Estado, resulta que no era eso lo que se defendía. Tanto decir que los Estados ya no tienen sentido en Europa y que la soberanía estatal cada vez está más vacía de contenido, y resulta que lo que se pretende es crear en Europa un nuevo Estado: el Estado vasco. Justo lo contrario de los tiempos que se avecinan y en los que priman la integración política y económica en el seno de la Unión Europea. Y para ganar puntos se presentan ante las instituciones europeas en plan gallito, defendiendo la insumisión para proteger el Concierto o mezclando churras con merinas como el señor Ortuondo. Con estos mimbres aterra imaginar el cesto.

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5.- Surge, de pronto, la necesidad de crear una asamblea que agrupe a los cagos electos pertenecientes a esa comunidad de destino en lo universal que es para algunos Euskal Herria. Sin embargo, y habiendo existido desde hace veinte años un Gobierno nacionalista monocolor o en coalición, sólo hace relativamente poco descubrieron que existía la cooperación transfronteriza y surgió el interés por cooperar con colectividades territoriales -con perdón- francesas.

En definitiva, los ejemplos descritos ponen de manifiesto un modo poco coherente de hacer política que conduce paulatinamente hacia el aislamiento y el desprestigio pero que no parece preocupar a quienes se consideran en posesión de la verdad absoluta. Eso sí, su verdad.

Carlos Fernández de Casadevante es catedrático de Derecho Internacional Público de la UPV.

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