Cortarse un pelo
NEGRITASLa oleada de reacciones tras la muerte del poeta Rafael Alberti, cansina y comprensible, ha tenido en Almería un exponente tan sincero como inusual en esto de hablar de alguien recién ido al otro mundo. Mario Benedetti: "Tenía la poesía metida en el alma"; Francisco Umbral: "Mi maestro en lo poético y en lo político"; Manuel Chaves: "Un ejemplo de compromiso ideológico, creativo y estético". Entre estas y otras frases conciliadoras, llenas de añoranza, aglutinadoras de ingentes cualidades para con el difunto, no se cortó un pelo el premio Príncipe de Asturias de las Letras y Nacional de Poesía, José Ángel Valente, para sostener que, desde Sobre los Ángeles, Alberti se dedicó a hacer poesía política "bastante mala". El gran poeta que era, a juicio de Valente, se terminó con la guerra civil porque todo lo que vino después no añade "nada" fundamental a su obra anterior. Lo valiente de Valente no es que respondiera así a las preguntas de periodistas sobre la gran pérdida, sino que lo hiciera todavía con el cuerpo del poeta sin incinerar. A buen seguro, este crítico análisis en un seminario entre especialistas a medio plazo, no sorprendería más que en el carácter alternativo que supone para estudiar su obra con profundidad. La clave, para esta suerte de fauna en peligro de extinción que son los que llevan la sinceridad por bandera, es el momento. Pero el arte de no tener pelos en la lengua puede encontrar usos distintos y arriesgados. En otro duelo permanente que supone la inmigración en Almería, el presidente de la asociación de parados mayores de 40 años (PM-40), Antonio Espinosa, no se cortó ni un sólo pelo de su bigote al exigir ante la prensa las mismas "facilidades" para trabajar que los inmigrantes. Espinosa matizó sus peticiones al afirmar no querer más, pero tampoco "menos", en alusión a la oferta del Gobierno de ampliar el cupo de trabajadores extranjeros para aquellos empresarios agrícolas que les garanticen una vivienda. "Lo único que pedimos es tener también opción a una vivienda, en el caso de que haya que desplazarse al Levante o al Poniente", aseguró.
Días más tarde un grupo de magrebíes era advertido por el Ayuntamiento de El Ejido del inminente derribo de sus tres viviendas por el estado insalubre (sin luz, agua ni desagüe) en el que viven. Quizá a Espinosa, con bigote y todo, lo confundieran con un inmigrante y no le alquilaron un piso.
MARÍA JOSÉ LÓPEZ DÍAZ
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