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'Stock options' para todos

España va bien, dicen los conformistas, pero en realidad España va superior. Ahí están para probarlo, sin ir más lejos, las stock options por si hiciera falta. Sucede, sin embargo, que unas veces porque "somos pequeñitos y de pueril inteligencia y no sabemos apreciar el bien que se nos hace en esta santa casa" del Partido Popular y en otras ocasiones porque nuestros gobernantes, como dice Jiménez Losantos, "son blanditos, son de ajonjolí, incapaces de vender su propia mercancía, cobardes en defensa de su alternativa", el resultado es que cunden la confusión y el desconcierto hasta el punto de difuminarse las evidencias más palmarias. Menos mal que los hechos son tozudos y acaban imponiéndose. España se moderniza y abandona la penosa senda de los maletines con billetes usados sin numeración correlativa, de las comisiones bajo cuerda y de las recalificaciones urbanísticas incentivadas mediante cohechos y demás pelotazos concomitantes para adentrarse en las modernidades y virtuosidades de las stock options.Sublevarse contra las stock options es como sublevarse contra la máquina de vapor, el motor de explosión o la energía eléctrica. El progreso técnico es imparable, y arrastra además el progreso moral. Está comprobado que, si antes se iba por el Imperio hacia Dios, ahora ese itinerario pasa por la I+D. Así lo han visto estos días los más acreditados maestros del columnismo, incluidos los otrora entusiastas de la revolución pendiente, los mismos que se reunían cada 29 de septiembre en la Comedia para proclamar el carácter nefasto de Juan Jacobo Rouseau, los que tenían memorizados 21 puntos con la nacionalización de la banca incluida y que después de acampar al aire libre en su mocedad se entregaban después al matonismo sin réplica, se esforzaban en la difícil esgrima del halago al general superlativo y del vituperio a los desafectos o menos fervorosos. Conmueve, por ejemplo, el esfuerzo por mantenerse al día observado en Jaime Campmany, que ha sabido incorporar la novedad de las stock options sin el menor rastro de envidia ni rencor. Ningún pesar puede advertirse en autor tan correoso que venía de ensalzar otra clase de trabajo hasta el punto de proponer en su libro de Formación del espíritu nacional para alumnos de segundo de bachillerato (Editorial Alameda, Madrid 1969) a las hormigas como modelo de organización social.

Así que basta ya de hormigueos y de hormigueros. Aceptemos la nueva sociedad de la información como preconizaba Jacques Delors. ¿Se atreverá alguien a discutir los altísimos valores subyacentes en las stock options? ¿Acaso no son las stock options portadoras de valores eternos, o casi eternos, ahora que el cielo, según acaba de decir el Papa, ha dejado de tener un lugar físico? ¿Habrá quien discuta que en una compañía más o menos anónima los directivos beneficiados por las stock options constituyen "una unidad de destino en lo universal"? Vayamos presurosos y, a poder ser, los primeros por la senda que se abre hacia una nueva y venturosa cultura en España, una cultura que ya se ha ensayado ventajosamente en Estados Unidos y en otros países a los que estamos a punto de dar alcance de la mano de José María Aznar y de sus adelantados compañeros de pupitre.

Entonces, ¿por qué tanta timidez a la hora de presentar los verdaderos logros de la legislatura que se extingue? Véanse, si no, cuántas idas y venidas, cuántas vueltas y revueltas hubieron de urdir los filesos, los roldanes, los urralburus y demás para levantar unas cantidades que en comparación con las de las stock options harían sonreír a las cigüeñas. Mientras que ahora ha bastado una legislatura para que, mediante una venturosa prestidigitación -nada por aquí, nada por allá, ¡ale-hop!-, cundan los miles de millones sin detrimento para el erario público. Así que basta de actos para pensionistas, de percepciones siempre limitadas, menos alardes de lona a favor de un concepto lastrado por los socialistas y decídase el PP, cuanto antes, a lanzar un programa ambicioso de stock options para todos.

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