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Reportaje:

Por qué no terminó de subir el "soufflé"

Enric Company

Cuentan quienes tuvieron acceso durante la noche electoral a la quinta planta de la sede del PSC en la calle de Nicaragua que la primera explicación que, a bote pronto, dio Pasqual Maragall a su insuficiente victoria en votos fue que le había faltado el 1,5% de sufragios que se llevó Izquierda Unida. Los dirigentes socialistas experimentaron aquella noche una enorme frustración, porque todos tuvieron plena conciencia de que habían rozado el éxito con la punta de los dedos. Desde entonces no cesan de buscar explicaciones a su resultado. ¿Por qué no terminó de subir el soufflé y se quedó a un punto de la gloria?, se preguntaba la semana pasada un miembro de la ejecutiva socialista. Los propios socialistas apuntan ya una buena colección de respuestas, aunque nadie quiere poner su nombre tras ellas porque no es, dicen, momento de recriminaciones. Uno de los primeros datos que vieron muchos militantes socialistas fue que la provincia de Girona era la única en la que la candidatura de Maragall no había mejorado los resultados del PSC en las anteriores elecciones autonómicas.

Para los socialistas Girona es el feudo de Joaquim Nadal, y Nadal se había empeñado en figurar como número dos en la lista de Barcelona, en vez de encabezar la de Girona. Aquel empeño había sido discutido por los dirigentes locales de Barcelona, quienes pensaban que Nadal aportaba poco o nada a la lista que encabezaba el propio Maragall, mientras que su ausencia en la de Girona le restaba posibilidades y atractivo. Lo cierto es que el PSC perdió votos en Girona, aunque mantuvo los escaños de 1995.

Vistos los resultados, sin embargo, poco habría variado que el PSC tuviera un diputado más por Girona, porque se lo habría arrebatado a ERC o al PP, con lo que CiU hubiera seguido con sus 56 y habría mantenido la posibilidad de formar mayoría con uno de estos dos partidos.

En cambio, los expertos del PSC en materia electoral explican que la previsión inicial que no se cumplió fue la de lograr siete diputados en Tarragona y seis en Lleida. Estos dos diputados sí se hubieran restado a CiU y habrían dado la mayoría a la izquierda. Esto desvía las explicaciones hacia el poniente catalán.

En el caso de Tarragona, el aparato socialista atribuye una parte de responsabilidad en el insuficiente crecimiento a la decisión de no colocar a Xavier Sabaté, primer secretario de la federación de Tarragona, al frente de la candidatura provincial, y de colocar a Misericòrdia Vallès como candidata por Reus en un puesto excesivamente retrasado. En Reus ganó CiU y la participación quedó en un 52%.

Aunque la victoria de Maragall sobre Pujol en la provincia de Barcelona fue clara, también es cierto que la participación del electorado socialista del entorno metropolitano fue menor en estas elecciones que en las legislativas, y ya antes del día 17 había voces, dentro y fuera del PSC, que alertaban acerca de una insuficiente movilización de la organización del partido, sobre todo en comparación con la llevada a cabo durante las elecciones municipales de junio, cuando era evidente que las organizaciones locales y los alcaldes que luchaban por la reelección ponían toda la carne en el asador.

Algunos de los responsables del aparato del PSC se han defendido de estas acusaciones achacando la menor movilización a que la campaña fue dirigida "desde fuera del PSC" por el equipo de Maragall.

Por encima de estas circunstancias concretas, muchos dirigentes socialistas comparten la idea de que la campaña de Maragall perdió fuelle a mediados de septiembre, cuando Pujol reaccionó y pareció darse cuenta de que al paso que iba estaba a punto de perder su despacho de la plaza de Sant Jaume. Entonces, cuando CiU puso en marcha su maquinaria de partido, Maragall apareció como un candidato solo. "Hemos hecho lo más difícil, que era hacer posible la victoria, pero no hemos sabido rematar", dijo gráficamente un diputado.

Durante buena parte de la campaña, los rivales nacionalistas podían dedicarse a criticar y desfigurar las propuestas de Maragall sin que nadie les diera réplica adecuada o atacara a Pujol. Los responsables de la campaña crearon un equipo de apoyo a Nadal para que actuara como ariete de su candidato a la presidencia. Se quería que ejerciera una función como la que Josep Antoni Duran Lleida cumplió en beneficio de Pujol.

Pero eso no funcionó. Maragall entró en la fase de campaña oficial con cuatro rivales nacionalistas enfrente: Pujol, Duran, Pere Esteve y Josep Lluís Carod, que dedicaba la mitad de su actividad a deslegitimar la oferta de cambio. Ya entonces Maragall atribuyó la inferioridad de condiciones en que se halló -tras un año de estar en campaña casi sin rival- a que luchaba contra los aparatos de comunicación de dos gobiernos, además del de los obispos y de buena parte de la prensa de propiedad privada. Tras las elecciones insistió en ello.

Esto no impide, sin embargo, que la ausencia de la arena electoral de los candidatos que le secundaban, no sólo Nadal, siga siendo incomprensible. "Nadal no cumplió durante la campaña como el número dos que había querido ser", sentenció uno de los asesores electorales del PSC. Pero de los otros nunca más se supo.

En un plano más general, algunos dirigentes socialistas creen que se hizo mal la alianza con Iniciativa per Catalunya (IC), de manera que se perdió el efecto movilizador de gentes y multiplicador de votos que pudo haber tenido. Se desechó la posibilidad de acudir a las elecciones con un programa común, que hubiera podido ser explicado mucho mejor que la mera operación electoral que se hizo. Pero lo que suscita una crítica más clara es que, además de tarde y mal, la coalición se hiciera de forma vergonzante. Eso fue lo que se puso de manifiesto cuando, una vez acordada, se renunciara a explicarla y a defenderla ante el aluvión de ataques y descalificaciones con que se lanzaron sobre ella CiU, el PP y ERC.

Otra baza parcialmente perdida, según explicó uno de los principales dirigentes del PSC, fue la forma en que se hizo y se presentó la coalición con Ciutadans pel Canvi. Todavía ahora no está claro si esta operación de apertura se ha limitado a poner en marcha a unas docenas de personalidades afines al candidato a la presidencia o responde a un movimiento realmente existente. En todo caso, ¿cómo se puede hacer una coalición con un partido cuyo acto de constitución se desconoce? Eso y el desconocimiento de si Ciutadans pel Canvi tenía una estructura real le restaron credibilidad y eficacia.

También hay quien critica que Maragall prodigara en demasía los gestos hacia el empresariado y el electorado centrista. Al final, resultó excesiva, piensan, la descompensación entre los gestos que dedicó a la derecha y los que dirigió a los sindicatos y al electorado trabajador.

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