A vueltas con el cuerpo humano
JOSU BILBAO FULLAONDO
Manteniendo una tónica modernista iniciada hace cinco años, con su compromiso de acercar al País Vasco las últimas creaciones de autores arriesgados y comprometidos con la innovación fotográfica, la sala de exposiciones del Archivo de Territorio Histórico de Álava, dependiente de la Diputación, ha traído estos días Espacio de miradas. Construida por Santiago B. Olmo (Madrid, 1958), a partir de una colección de imágenes procedentes de una selección compleja de escenas televisivas, establece una serie de cábalas conceptuales sobre el cuerpo humano en tanto que mercancía erótica al uso, una expresión artística reflejo de una crisis de valores que viene conmoviendo un largo porche que nos adentra en el siglo XXI.
A Santiago B. Olmo no se le puede considerar un fotógrafo al uso; sin embargo, desde joven entendió la fotografía como una herramienta dúctil y lo suficientemente maleable para desarrollar bajo su amparo las más variadas reflexiones. Así lo pone de manifiesto ahora en Vitoria y con anterioridad en La Habana, Haití o Palma de Mallorca, por donde han pasado algunas de sus exposiciones colectivas e individuales. Después de estudiar Filosofía en la Complutense escapó de los criterios más arraigados en esta especialidad y abrazó el campo de la estética. Así inició un camino de comentarista para distintos medios especializados, en temas relacionados con la expresión plástica. Estas labores las combina con el comisariado y organización de exposiciones y, paralelamente, con la realización de proyectos fotográficos donde generalmente subyace una reflexión teórica.
En esta ocasión son imágenes alejadas de su contexto inicial y trasladadas a un soporte estático. Extraídas de programas de TV, vídeos porno, publicitarios o, incluso, de grabaciones hechas por aficionados, son retazos de escenas amorosas teatralizadas, con velo de frustrado deseo. Una exhibición epidérmica de lo erótico convertido en representación comercial del cuerpo humano, congelado en un negativo (o diapositiva) para volver a mirarlo desde otra perspectiva y bucear en sus otros posibles significados.
Con reminiscencia manierista se ha roto la coherencia inicial de la composición, la lógica de la construcción espacial, los supuestos más importantes del efecto icónico anterior. Las tomas realizadas sobre pantallas de receptores distintos, para conseguir texturas diferentes, se presentan en series de fotogramas ensamblados, nunca más de tres, combinando momentos de pasión carnal con paisajes urbanos. Entre ellos establecen lazos chocantes, con escalas diferentes, parecen no decirse nada, eliminan las conexiones reales y sitúa el conjunto en una relación abstracta de múltiples significados. Los conjuntos pueden resultar un tanto chocantes, no hacen concesión a la poesía ni a la ternura, rondan lo pornográfico, sin escatimar referencias a lo homosexual, con cierto tono crítico.
Las obras de formato grande (aunque no exagerado) se presentan en color sobre aluminio laminado. El procesado de las fotografías sufre en ocasiones ciertos filtrados que reducen la pluralidad cromática a un solo tono. No pierden en ningún caso un alto grado de brillo que exagera la frialdad de la textura. Se asemeja a un espejo que establece un juego sutil. Un espejo donde el reflejo no recuerda la imagen de quien se pone enfrente transfigura el resultado en lo que el autor decidió inicialmente. Una provocación divertida, sin intención, que aumenta el grado de complicidad con las ideas a transmitir. Realidades mezcladas, cuya analogía puede encontrarse en los sueños cuando relacionan ficción con realidad de manera mágica.
Esta disolución de estructuras en distintas partes espaciales, divididas entre sí externamente, pero con una organización interna sólida, acentúan el punto de vista creativo de su realizador y enriquece la experiencia personal del espectador, al que se obliga a entrar en un circuito novedoso emparentado con grandes tradiciones plásticas.
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