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Kuchma, claro favorito a la reelección como presidente de Ucrania tras la primera vuelta

Leonid Kuchma hizo buena ayer su posición de claro favorito para ganar un segundo mandato como presidente de Ucrania. Según resultados parciales de la primera vuelta electoral, tendrá que enfrentarse dentro de dos semanas al comunista Piotr Simonenko. Será un choque similar al registrado en Rusia en julio de 1996 entre Borís Yeltsin y Guennadi Ziugánov, y hay pocas dudas de que se repetirá el desenlace: el candidato reformista (Kuchma) se impondrá al de la "vieja guardia" que abomina de los cambios y sueña con la restauración de la URSS.

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Pasada la una de la madrugada de ayer, con el 21% de los votos escrutados, Kuchma se situaba claramente en cabeza con el 37%, seguido de Simonenko (22%), la izquierdista radical Natalia Vitrenko (12%) y el socialdemócrata Alexandr Moroz (11%). La participación fue del 69,82% y la jornada electoral transcurrió sin apenas incidentes.Como ocurre en Rusia con Yeltsin, Kuchma es tal vez el dirigente ucranio que suscita más antipatía entre la población. Sus cinco años de gestión han hundido al país en la pobreza y la desigualdad, aunque sin el grado de criminalidad y arbitrariedad que marca la situación en el gran vecino del Norte y el Este. En la lista de Transparencia Internacional hecha pública el 26 de octubre, Ucrania estaba en el pelotón de cola, con una puntuación de 2,6 (en una escala de 0 a 10), apenas por delante de Rusia (2,4).

Kuchma no ha dudado en utilizar todo el peso del Estado para hacer campaña, sin hacer caso de las denuncias de sus rivales o de organizaciones internacionales como el Consejo de Europa. Varios periódicos que le negaban su apoyo han sido objeto de inspecciones fiscales o de control de las normas antiincendios que los han silenciado. Se calcula que se ha gastado en la campaña de Kuchma 10 veces más que en la del total de los otros 14 candidatos, reducidos finalmente a 12.

La televisión estatal ha llegado a extremos escandalosos en su apoyo a Kuchma, con tanto tiempo en pantalla como todos sus adversarios juntos. En la rueda de prensa que, el pasado viernes, celebró el presidente de la Comisión Electoral Central, Mijailo Rialets, el candidato socialdemócrata Alexandr Moroz denunció que, tras su penúltima intervención en la pequeña pantalla, fue calumniado por el comentarista de un programa analítico. Días antes, se falsificó un periódico de oposición y se hizo llegar a los suscriptores del auténtico con un montón de mentiras sobre los rivales del presidente. Ëste se defiende e incluso se hace la víctima. No sólo aprovechando una supuesta y sospechosa conjura para asesinarle descubierta el viernes, sino asegurando que es él el principal objetivo del juego sucio. Incluso promete que partirá algún día la cara a varios periodistas que le han calumniado.

Kuchma ha contado con el apoyo incondicional de los poderosos medios industriales y financieros, unos "oligarcas" a imagen y semejanza de los de Rusia, aunque menos voraces. Alguien ha dicho que los grandes magnates son allí carnívoros y aquí vegetarianos.

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La oposición ha cavado su propia tumba con su incapacidad para formar bloques. En la izquierda, el comunista Simonenko y la líder del Partido Socialista Progresista, Natalia Vitrenko, lucharon por separado en la primera vuelta, y no estaba nada anoche que los votos logrados por la segunda fuesen a parar al primero en la definitiva ronda electoral.

Los nacionalistas del movimiento Ruj, que jugaron un papel clave en la lucha por la independencia de la URSS, ni siquiera fueron capaces de presentar un candidato único. El llamado Grupo de los Cuatro se rompió como una bolsa de agua pinchada por un alfiler apenas seis horas después de que sus miembros se pusieran de acuerdo en apoyar al ex primer ministro Yevhen Marchuk. Sólo éste o Moroz suponían una amenaza real para Kuchma, al que podían disputar la victoria en el territorio del cambio progresista sin vuelta atrás al pasado soviético y sin romper con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Grupo de los Siete.

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